Quieren una derecha mansa y genuflexa

Quieren una derecha mansa y genuflexa

Ya acaba el verano. Ya se inicia el curso. El progresismo militante, la apisonadora socialista ha vuelto con las pilas cargadas y el mantra de siempre: “qué mala es la derecha, qué poco sentido de Estado tiene”. Según dicen los apologetas, un presidente desahuciado, un presidente que no puede salir de La Moncloa sin ser abucheado allí donde vaya, ya sea Navalmoral de la Mata, en territorio amigo como Extremadura, la región más deprimida del país gracias a los socialistas, y abucheado no por activistas pagados con dinero público como los escraches que ha organizado legendariamente la izquierda, sino por ciudadanos normales que no pueden resistir el asco que provoca el personaje, ahora resulta que ha vuelto de La Mareta resucitado y poderoso. Dicen que la política internacional está siendo providencial al respecto. ¿No les parece de risa?

España ha evacuado a un par de millares de afganos y de españoles prestando servicio allí en favor de la libertad. Me alegro muchísimo. Enhorabuena. Todo perfecto. ¿Qué tiene de original respecto a lo que han hecho el resto de nuestros socios? Nada. Hemos cumplido con nuestra obligación y nuestro deber, y tal y como dice el PP, que para eso es oposición, si hubiéramos sido más diligentes los resultados cosechados habrían sido mejores, dentro del enorme fracaso que ha supuesto la retirada gallinácea de un enclave estratégico para la reputación de Estados Unidos, de sus aliados y para la supervivencia y sostenibilidad de la civilización occidental.

Pero según los augures de la izquierda y el argumentario que fabrican para todos sus acólitos, el Gobierno ha recuperado de forma incontestable la iniciativa política. Y el PP está a lo de siempre. A la destrucción. Para estos talibanes de la causa, al parecer la oposición debe ser pastueña, mansa, genuflexa. Debe colaborar a la posteridad del mandarín que nos gobierna del que escriben sin pudor que encabeza un gobierno de centro-izquierda, él, el primer político en la España democrática que tiene a comunistas en el Ejecutivo -un hecho insólito en Europa- a cuyos deseos está obligado a plegarse, que no siente respeto por el Parlamento, que desea someter el poder judicial a su arbitrariedad, que ha indultado a golpistas, que no tiene clase alguna de idea de país, que se propone corromper la educación, alterar la configuración territorial del Estado y destrozar la economía con sus políticas falsamente sociales. Que siente una pulsión inexorable por dividir a la nación resucitando la guerra civil con sus leyes de memoria, que nos aturde con su lenguaje inclusivo, que promociona un feminismo sectario o que está empeñado en aupar al colectivo LGTBI para perturbar la mentalidad de nuestros jóvenes. Que es el gobierno más radical desde la infausta segunda república.

Nada. Da igual. El caso es que el PP de Casado se ha transformado en un partido troglodita, contaminado por el aura de Isabel Díaz Ayuso, esa diosa a la que no pueden soportar, porque los ha destrozado en las urnas, democráticamente, y con el lema que más les duele: socialismo/comunismo/libertad. No hace falta que les diga cuál es el lema que venció.

Pero estos chicos son inasequibles al desaliento. Tras las serpientes de verano, los reptiles más venenosos  despiertan en otoño. Para minar al PP acuden a algunos ex ministros o barones populares siempre dispuestos  a sembrar la cizaña , esos que dicen que no están secuestrados por la estridencia como estrategia política, ya saben, los que auspician al clásico de siempre, Feijóo; ahora han incorporado a Vivas, al presidente de Ceuta; y luego lo hacen a diario con otros que no salen a la palestra, porque carecen de valor, pero que alimentan a las hienas diciendo aquello de que el PP tiene que centrarse en la economía, en la gestión. Que tiene que evitar incongruencias, ni pasarse ni quedarse corto en las críticas al Gobierno.

El filósofo Miguel Ángel Quintana Paz ha escrito un tuit formidable al respecto: “Nietzsche ha explicado mejor que nadie al centro derecha por qué no basta con gestionar mejor la economía: el pueblo prefiere la embriaguez a la nutrición. A un impostor que los emborrache que a un contable que les dé de comer”. A ver si aprenden.

Según esta gente meliflua del PP tan prescindible, Casado no debe imitar a Ayuso porque el discurso que funciona en Madrid no funciona en Galicia o en Extremadura. “Tiene que encontrar el tono y hacer una oposición correcta y propositiva”. Ja, ja, ja. Yo creo que los discursos, si son sólidos y potentes, funcionan en todas partes. Lo que jamás funciona, políticamente hablando, es la delicuescencia. Los ingenuos por centímetro cuadrado en el PP llegan a tal punto que hay algunos prebostes favorables a que Casado pacte la renovación del Poder Judicial. ¿Para qué? ¿Para que sea el último recurso de contrapoder y de garantía de legalidad manejado por Sanchez? Estos chicos han perdido el juicio.

Para debelar la eventual estrategia de oposición granítica del PP, el progresismo buenista se retrotrae a los años duros de Aznar con González en la presidencia del Gobierno, entre 1993 y 1996, y a los de Rajoy con Zapatero entre 2008 y 2011. Aquello no puede volver, dicen compungidos. Eso no es propio de una derecha civilizada, aseguran. Lo de Vox, la posibilidad de que el gran Abascal pueda garantizar la llegada a La Moncloa de Casado sería una catástrofe. Pero su grado de cinismo es brutal. En realidad, todavía no soportan que la oposición feroz de Aznar a González -aprovechando la corrupción y la guerra sucia contra ETA- hiciera posible que la derecha llegara  por primera vez en democracia al Gobierno e incluso que después obtuviera la mayoría absoluta. A Zapatero no se lo cargó la ferocidad de Rajoy, que era como un oso panda, sino la crisis y el programa social que pretendía poner en marcha meses antes de que Bruselas lo decapitara y le obligara a hacer el mayor ajuste fiscal de la historia, que es lo que le costó su puesto. Es decir, básicamente sus mentiras. Que es lo que le costará el cargo a Sánchez, como ya piensa hasta Pablo Iglesias desde su nuevo destino de Barcelona -abandonados sus hijos y su señora en Madrid en una gran muestra de feminismo- amenazando con la presencia de Vox en el próximo Ejecutivo. No hay nada que podría hacerme más feliz.

La oposición tiene que honrar su nombre. Se trata de estar en contra de todo aquello que perjudique el interés general. La renovación del poder judicial que pretende Sánchez es la segunda liquidación de Montesquieu después de la de Alfonso Guerra. Hay que resistirse a ella a fondo. La reforma de las pensiones es una trampa para las jubilaciones del futuro que hay que combatir con denuedo. El aumento del salario mínimo es un anzuelo deletéreo pera los jóvenes y la gente en situación más precaria. Hay que rechazar esta clase de políticas esgrimidas en nombre del bien común pero finalmente contarías a la salud de la nación. Y hacerlo con la determinación de Ayuso para que no quepa duda de quiénes trabajan por un futuro mejor. Para que no vuelva a sucedernos el desastre de Zapatero, al que nos conduce inexorablemente su hijo putativo Sánchez.

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