Provoca y vencerás

Provoca y vencerás

Hay mucho que perder y poco que ganar. Es sabido que son más los votos que pueden perderse en una campaña electoral, que los que pueden ganarse. Así que lo mejor es no salirse del guion, esperar a que otro meta la pata y dejar que la campaña fluya.

Este es uno de los grandes principios que los rasputines de turno aconsejan a sus candidatos, pero lo van a tener difícil. Elevados los comicios madrileños a teloneros de las generales, los grandes jefes se han remangado y vienen a por todas. Y, como saben que es más importante que el rival meta la pata que defender el programa, la estrategia va a ser provocar. Provoca y vencerás, han pensado.

¿Y esto cómo se hace? Primero con sutileza, y con el arte de la mentira, lanzando medias verdades, bulos y patrañas, para que otro mienta más. Como eso no bastará, vendrán los insultos, las descalificaciones y las etiquetas antiinclusivas de moda (machista, racista, fascista, homófobo, etc.), para que otro insulte peor. Y, si con ello no se consigue que el contrario meta la pata, queda un tercer y peligroso nivel de provocación, la violencia física.

Qué más querría Pedro Sánchez o Pablo Iglesias que una candidata del PP se pase de la raya ‘políticamente correcta’, o que se le vaya la mano a un militante de Vox. Es lo que están esperando.

Son muchos los que, consciente o inconscientemente, apoyan esa estrategia. Como tantos fascistas disfrazados de antifascistas, que directamente justifican la violencia. O los del tibio discurso de la equidistancia. O los que, como ayer en Alsasua y hoy en Vallecas o Navalcarnero, llaman provocadores a los provocados, se creen dueños de la calle y pretenden vetar la presencia de quien no piensa como ellos.

Y queda otro colaborador para que esta provocación tenga éxito: quien debe evitarla y no lo hace (o lo hace mal) cuando, como en Vallecas, sólo despliega dos grupos incompletos de antidisturbios cuando todo el mundo sabe que hacen falta más y, así, 20 policías acaban heridos. Uno pone macarras y otro quita policías. El escenario perfecto. ¿Te suena, Marlaska? 

En España, como en cualquier Estado de Derecho, hemos cedido el ejercicio de la violencia al Estado. En sus manos la dejamos para que, cuando no haya otra forma de defender nuestra seguridad y garantizar el ejercicio de nuestros derechos cívicos, sea el Estado el que la use y no los ciudadanos. Lo contrario, muy peligroso, sería el Oeste. Marlaska lo sabe y debe actuar.

Mientras tanto, contra la provocación, paciencia. Ya contestarán las urnas.

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