Apuntes Incorrectos

Presupuestos: apoteosis de gasto letal y regresiva

Presupuestos: apoteosis de gasto letal y regresiva

Un presupuesto, y sobre todo si es el del Estado, es algo muy serio. Es el principal instrumento de política económica y el que envía a los agentes sociales el mensaje sobre las pretensiones del Gobierno de turno, y así siembra las expectativas, positivas o negativas, y alienta los incentivos, favorables o perversos, para acomodarse a la situación. Desde este punto de vista, los presupuestos elaborados por Sánchez para 2021 son irresponsables y nefastos. Una premisa imprescindible para construirlos de manera ortodoxa debería ser la de incorporar unas previsiones de crecimiento económico ajustadas a los datos ofrecidos por los institutos oficiales independientes, así como por las casas de análisis y servicios de estudios que se dedican a este objetivo y a él deben su modo de vida y cuenta de resultados.

Pues bien, la realidad es que el cuadro macroeconómico que ha servido de base para elaborar estos presupuestos es ficticio, porque el PIB va a crecer menos de lo que presume el Gobierno, y en consecuencia los ingresos estarán por debajo de lo pronosticado, los gastos más arriba de lo previsto y el déficit correspondiente será mayor del que figura en los documentos oficiales. Se han hecho además con una estimación del precio del crudo, del que tanto dependemos, que ya ha sido ampliamente rebasada por la realidad. A esto normalmente se le llama voluntarismo, que es lo contrario a estar pegado a la realidad. O sencillamente el delirio.

Para hacer los Presupuestos, Sánchez cuenta con una aportación de fondos comunitarios de 27.000 millones provenientes de la Unión Europea, pero esta suma ingente de recursos está condicionada a una serie de reformas que deben ser aprobadas por Bruselas y que son incompatibles con las pretensiones de Podemos, el socio comunista del Consejo de ministros.
De hecho, y según vamos conociendo estos días aciagos para el destino de la nación, el Gobierno va a aprobar con la Comisión Europea una suerte de memorándum, que no va a hacerse público, con la relación de las transformaciones estructurales a los que se compromete a cambio de recibir estas dotaciones multimillonarias. ¿Por qué no se va a hacer público, por qué se va a ocultar esta información crucial?

Esto es algo insólito, como igual de claro que ninguno de los cambios legales con los que deberemos honrar a los redivivos hombres de negro, que ya están preparados para juzgar a España, serán del agrado de los socios comunistas, y que esto aboca a dificultades extraordinarias para la supervivencia y la estabilidad del actual Ejecutivo. Los fondos que llegarán de Bruselas son incompatibles con Podemos, o por decirlo de manera más jugosa, con la vicepresidenta Yolanda Díaz, esa que dice el emasculado Iván Redondo que será la nueva líder de España. ¿Cómo se puede ser tan necio?

Si tenemos la suerte de que el nuevo ministro de Economía del próximo Gobierno alemán sea el liberal Lindler no habrá paz para los malditos. Aunque la izquierda dirija el país capital Berlín, las condiciones para cumplir con las reglas del pacto de estabilidad regresarán a Dios gracias, desenmascarando a los líderes gorrones y oportunistas como Sánchez, y se recuperarán viejos ímpetus memorables, ahora aparcados, como que la deuda pública de los estados miembros no pueda superar a largo plazo del 60% del PIB.

Todos los mensajes que envía el presupuesto español hecho a prisa y corriendo por este pistolero ensalzado hasta el extremo en Valencia el pasado fin de semana, que no para en barras, son disuasivos y espurios. Son los contrarios a los que necesitaría un país para crecer sanamente y con provecho. Incluye un desembolso de 30.000 millones en gasto estructural que nada tiene que ver con las urgencias de la pandemia, solo con la voluntad de favorecer a los pensionistas, a los funcionarios y ahora a los jóvenes, que son los tres caladeros de votos con los que Sánchez ambiciona garantizar su continuidad.

Creo que la gente corriente entiende lo que es un gasto estructural, pero por si acaso es aquel que se enquista con vocación de permanencia, y que se reproduce indefectiblemente cada año, recortando el margen de maniobra fiscal, salvo que se decida dar un vuelco por completo a las leyes arrostrando las consecuencias electorales correspondientes, como le sucedió a Zapatero cuando fue obligado a desdecirse de todas sus ridículas promesas sociales para evitar que la UE interviniera la economía española en 2010.
Mientras el resto de los líderes europeos están bajando impuestos y eliminando trabas a la actividad empresarial, aquí se ha emprendido con descaro el camino inverso. El empleo público ha crecido de manera desorbitada hasta sumar una nómina de 150.000 millones, castigando al sector privado, al que no hay medida que aliente y favorezca. El número de regulaciones que se anuncian como acompañamiento a las cuentas públicas son oprobiosas y contrarias a la flexibilidad que necesitan las compañías para desarrollarse y crear puestos de trabajo, al tiempo sometidas a un aumento de las cuotas sociales y al resto de la imaginería tributaria propia de trileros que quieren cuadrar los números a martillazos.

Estas equivocaciones tendrán repercusiones gravísimas en el futuro, pues al presionar el déficit y mantener en niveles insostenibles la deuda pública obligarán a un ajuste brutal dentro de dos años, cuando la política monetaria del Banco Central Europeo se vaya endureciendo y las reglas de la Unión regresen a su cauce. Dado el precedente de Zapatero, cualquier gobernante previsor debería descontar o tener en cuenta este escenario inexorable y haber entendido que con una política monetaria tan expansiva como la que llevamos disfrutando desde hace demasiado tiempo incurrir en una política fiscal procíclica, que abunda en el dispendio incontrolado para satisfacer y cautivar a los votantes en lugar de empujar el ahorro y la inversión es un error de libro.

Pero la coalición que soporta este Gobierno es muy frágil y sobre todo muy cara. No ya es lo que pide Podemos sino los caprichos de los independentistas catalanes, la imposición de los nacionalistas vascos y las ocurrencias del resto de los socios que sostienen a este Ejecutivo montaraz. De manera que una coalición de tales circunstancias siempre se resuelve gastando más, que es lo que menos conviene si pensáramos a largo plazo. No pasa nada, en cualquier caso. A ninguno de los socios descabellados que apoyan la coalición disparatada que dirige los destinos del país les interesa lo más mínimo unas elecciones anticipadas o que Sánchez pudiera ser derrotado llegado el caso. Enredarán lo que puedan, pero sin romper la cuerda. Así que nadamos entre la pesadilla y la condena a un futuro sin la esperanza que merecería esta nación doliente que es España.

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