Mujer contra mujer

El caso que rodea a la vicepresidenta del Consell valenciano, Mónica Oltra, es de una gravedad que no se corresponde con el nulo eco que al asunto le está dando la izquierda y sus terminales mediáticas. El exmarido de Oltra abusó sexualmente de una menor cuando era educador en el centro en el que la joven residía como tutelada de la Generalidad valenciana, pero la consejería de la dirigente de Compromís -de quien dependía la política de menores- intentó por todos los medios poner sordina al asunto, negándole credibilidad a la víctima y, en consecuencia, poniéndose del lado del abusador sexual.

Nada más lógico que el PP haya pedido la dimisión de Oltra. ¿En qué cabeza cabe que pueda seguir en su puesto después de que la Justicia acusara a su consejería  de no hacer nada por auxiliar a la menor? Cabe recordar que el abusador sólo fue apartado de su cargo durante veinte días, incluso cuando se abrieron diligencias penales, hasta el punto de que cuando se dictó la primera sentencia en su contra se le permitió seguir trabajando con menores.

El escándalo es mayúsculo, no sólo por la falta de auxilio de la Consejería, sino porque retrata con toda crudeza la hipocresía de una izquierda que ha hecho bandera política de la defensa de la mujer. ¿Es que la menor abusada no entraba dentro del concepto de mujer maltratada?  ¿O es que, dadas las circunstancias que rodeaban el caso, Mónica Oltra consideró que había que dar carpetazo al asunto?  Oltra es una mujer de izquierdas que ha hecho gala de un feminismo activo y comprometido que a la hora de la verdad se ha demostrado que era una pura impostura. Mujer contra mujer, porque la menor recibió un trato humillante por parte de su Consejería, que intentó por todos los medios hacer pasar a la joven como una desequilibrada.

¿Qué habría dicho la izquierda si un asunto como este hubiera salpicado a una política de derechas? No es difícil imaginarlo. Oltra tiene que dimitir por una  elemental cuestión de dignidad