Marlaska, sin salida: dimisión o cese fulminante

Marlaska Melilla

Las imágenes grabadas por las cámaras de seguridad durante la avalancha en la que murieron decenas de personas en la frontera de Melilla desmienten, según todos los que han tenido ocasión de visionarlas, las palabras del ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que ha insistido reiteradamente en que los policías de Marruecos no pisaron territorio español. A tenor de lo visto en las imágenes, el ministro ha mentido de forma flagrante, razón suficiente para que dimita o sea fulminante cesado. El asunto, sin entrar en disquisiciones legales sobre si la gendarmería marroquí puede entrar en determinadas circunstancias -en casos de las denominadas devoluciones en caliente- en territorio español, es que Marlaska no dijo la verdad sobre el asalto en Melilla. Y eso es muy grave.

Que Bildu, Unidas Podemos o ERC pretendan poner en la diana la actuación de la Guardia Civil durante la avalancha es una indecencia, porque lo que está claro es que los agentes cumplen órdenes y que su comportamiento sólo puede ser tachado de ejemplar. Lo que no es ejemplar, sino todo lo contrario, es que un ministro mienta de forma clamorosa. Los socios de Sánchez han pedido una comisión de investigación para esclarecer lo ocurrido el día de la tragedia y, aunque a nadie se le oculta que lo que buscan es cuestionar el papel de la Benemérita, lo cierto es que la opacidad del Ministerio de Interior ha sido una constante desde que se sucedieron los hechos. Se corre el riesgo de que una comisión de investigación puede convertirse en un juicio político de la extrema izquierda, los proetarras de Bildu y los golpistas catalanes contra la actuación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. El riesgo existe, ciertamente, pero lo que no admite duda alguna es que la Guardia Civil cumple órdenes y que quien ordena es un ministro que ha hecho de la falacia su forma de vida política.

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