Lema: Apuntes Incorrectos

Lo que va de Vox y Ayuso a los besos de Casado con Sánchez

Lo que va de Vox y Ayuso a los besos de Casado con Sánchez

Desde que está Sánchez en la Moncloa la política española se ha vuelto hortera y cursi, dando lugar a lemas conmovedores y memorables, importando el nauseabundo estilo chino. El primero fue el del presidente del Gobierno petulante con aquello de la “nueva normalidad”, la mentira de turno para saludar un tiempo libre ya de la pandemia cuyo rastro de víctimas, sin embargo, ha proseguido creciendo hasta rondar las 100.000. Ahora le ha tomado el relevo Casado, que desde que ha apostado por la moderación y el centrismo no hace más que cometer disparates. Persuadido por la legión de mediocres que le rodea, el presidente del PP piensa que la mansedumbre le proporcionará grandes réditos a largo plazo, pero se equivoca. Así se demostró en Cataluña en favor de Vox y así se verá en el conjunto del país en cuanto haya nuevas elecciones.

El señor Casado ha iniciado un nuevo clima de entendimiento con Sánchez, y a esto lo ha llamado pomposamente “el nuevo comienzo”. ¡Qué ridiculez!, cuando se podría decir vulgarmente hablando la “gran bajada de pantalones”. Como ya asistimos hace unos años a la desaparición de UPyD, como veremos pronto la muerte de Ciudadanos y, sobre todo, si no hubiéramos presenciado mucho antes la descomposición de la UCD de Adolfo Suárez esta disposición de Casado “a mancharse y colaborar con el Gobierno para afrontar juntos el plan de reconstrucción” tiene todos los ingredientes de una broma macabra o, lo que es peor, de un suicidio político en toda regla.

¿Cómo se puede pactar con un personaje fraudulento -que el día que lo defenestraron del PSOE quería tapar la urna con una cortina para malversar la votación-, que fraguó una moción de censura sobre la base de una sentencia judicial inducida por un ponente prevaricador, que ha engañado todos los días a lo largo de la pandemia, que ha hundido la economía más que el resto de los países europeos, que tiene el récord de muertes por el virus, que sigue escatimando las ayudas a las empresas durante la crisis, que tiene todas las televisiones compradas y a su servicio, así como a los sindicatos regados con dinero excepcional a pesar de la falta de recursos, y que ahora pretende monopolizar el único resorte de gobierno que le queda para poder ejercer el totalitarismo sin escrúpulos al que aspira, que es el poder judicial?

Pues a todo esto parece inclinado el PP de Casado, al pasteleo en la nueva televisión pública -que seguirá estando dominada por los ‘podemitas’-, y a la recomposición de un Consejo General del Poder Judicial donde por supuesto habrá presencia de acólitos del partido de Pablo Iglesias, que nunca ha creído en la separación de poderes y para el que todo este circo que tiene que ver con las instituciones es meramente instrumental a fin de ganar espacios de manipulación y de rentabilidad a largo plazo. El pactismo obsceno que esgrime ahora Casado es consecutivo a la ruptura con Vox en busca de una derecha honesta que cada vez está más y mejor representada por Santiago Abascal, que no quiere acuerdo alguno con terroristas intelectuales, que combate a diario el consenso socialdemócrata al que ha sucumbido el PP,  que se opone al pensamiento políticamente correcto y que es el que más consistentemente defiende la igualdad ante la ley, denostando la ideología de género, el feminismo recalcitrante y todas las demás monsergas del progresismo militar.

Un par de días antes de la representación aciaga del señor Casado en el Congreso compareció en la casa de ABC la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y allí, con motivo de un evento circunstancial, se soltó el pelo, que es algo habitual en ella defendiendo lo que debería ser, a su juicio, el centro derecha, que hoy en día es lo contrario de lo que postula Casado. Lo que más me conmovió de su discurso fue esta frase majestuosa: “En Madrid somos el espejo que refleja el fracaso del socialismo”. Esta frase conmemora y reúne en apenas unas palabras la ruta política de todo aquel que aspire a ganar de nuevo el gobierno de la nación. En España, sólo la pronuncia cotidianamente Vox, lo cual resulta agradabilísimo, y la señora Ayuso cuando tiene alguna oportunidad.

Pero es una frase básica y nuclear. El adversario, el enemigo de la prosperidad ciudadana y del progreso económico es el socialismo, es el Estado que usurpa la responsabilidad individual en pos de una falsa solidaridad bajo la coacción y el decreto, del gasto público que aboca al déficit y a la deuda crecientes, de los impuestos confiscatorios, de la sociedad envilecida sobre la base de las ayudas indiscriminadas y de las subvenciones, de la inmigración sin freno ni contrapartida, de las empresas preteridas en favor de los sindicatos venales que trabajan contra los empleados en situación más precaria, de la propiedad privada puesta en almoneda, del derecho y de la ley arrasados por la arbitrariedad, de las virtudes personales socavadas por una educación sectaria.

En fin, de ese modo de vida entregado a la fatal arrogancia de unos burócratas falazmente comprometidos a promover un orden nuevo y un mundo mejor al que resultaría de los ciudadanos puestos a prueba, persiguiendo su bienestar, reaccionando espontáneamente a los estímulos de una sociedad libre de los designios del ogro filantrópico del que hablaba Octavio Paz, de la granja de Orwell en la que todos son iguales, pero unos más que otros. Vox y también Ayuso, cuando se suelta el pelo, nos proponen el verdadero edén, la contraposición luminosa al socialismo opaco, empobrecedor y gris.

En el foro de ABC, la señora Ayuso casi planteó un programa de gobierno. O para ser más exacto, practicó el derribo de la oposición, del socialismo. Cargó contra la subida de impuestos del Gobierno en mitad de la recesión más cruenta de la historia, arremetió contra la ley Celaá, cuyo único objetivo es estrangular cualquier opción educativa que no sea la controlada desde los poderes públicos y adoctrinar a nuestros hijos fuera del idioma común. Acuso al Ejecutivo por asumir poderes extraordinarios y evitar el control parlamentario durante nueve meses a cuenta del estado de alarma, debeló la ley de la eutanasia…¿Pero de dónde hemos sacado a esta señora tan correcta, mientras el presidente de su partido estaba pocos días después ofreciendo a Sánchez, el gran traidor, recorrer juntos el camino de la recuperación, dispuesto a mancharse las manos de sangre? Esta señora también debería estar en Vox.

Como bien dijo Abascal a Casado en el debate parlamentario “¡qué flaco favor se está haciendo usted, a su partido y a España diciendo que quiere pactar con Sánchez como si fuera algo distinto a pactar con Iglesias!” Juan Carlos Girauta ha escrito con razón que el PP es ese partido que, viendo desde la oposición cómo el Gobierno amenaza con demoler el sistema de 1978, concluye que es él el que se debe centrar. Mi modesta opinión es que la debacle a la que está abocada el PP con este giro radical del Casado con futuro que conocimos en la moción de censura será colosal. El enojo y la desafección hacia Sánchez instalado en la sociedad española no socialista, ni izquierdista, ni progresista ni arrodillada es de tal calibre que cualquier ejercicio de moderación y de pactismo con un tramposo sistémico y ontológico será rechazado de inmediato. Cada vez más. Todo eso es lo que ganará Vox, que cada día que pasa tiene un comportamiento más diáfano y ejemplar.

Para rematar la diferencia de pareceres entre los comunes, la señora Ayuso también dijo que la división del centro derecha no es una opción. Ella que gobierna gracias a Vox, y contra las zancadillas frecuentes del Ciudadanos del vicepresidente Aguado, lo sabe de muy buena tinta. Es una desgracia que Casado todavía no se haya dado por enterado.

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