Invertir en Defensa es invertir en seguridad

Invertir en Defensa es invertir en seguridad
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La muerte en el Mar Menor de un comandante instructor y una alumna en el accidente de una aeronave de la Academia General del Aire -por un fallo en el motor instantes después del despegue- ha reabierto el debate sobre si la obsolescencia de algunas de las aeronaves de nuestras Fuerzas Armadas guarda relación con este y anteriores siniestros. Cabe recordar que hace unas semanas, otro comandante del Ejército español perdió la vida en la misma zona.

En los últimos cinco años seis aeronaves -dos cazas Eurofighter, un caza F-18, un reactor C-101, una avioneta E-26 y un helicóptero AS 332 Super Puma- han sufrido accidentes en el que han perdido la vida nueve militares de las Fuerzas Armadas, un trágico balance que obliga a una reflexión serena sobre el grado de fiabilidad y seguridad de algunos de nuestros aparatos con demasiadas horas de vuelo encima.

La inversión en Defensa, cuestionada hasta el paroxismo del absurdo por una izquierda cada vez más dogmática, es una necesidad imperiosa. No solo porque el papel de garantes de la defensa nacional que cumplen nuestras Fuerzas Armadas obliga a un esfuerzo presupuestario paralelo al esfuerzo y sacrificio de sus profesionales, sino porque su seguridad personal es una premisa innegociable que no puede depender de la falta de medios.

España es es el segundo país de la OTAN que menos proporción de PIB invirtió en defensa en 2018 (apenas un 0,92 por ciento), un porcentaje insuficiente para acometer el reto de la modernización del Ejército, una asignatura pendiente. No se trata de de establecer una relación causa-efecto entre la falta de recursos y los accidentes registrados, porque sería injusto, pero sí de subrayar lo obvio: que unas Fuerzas Armadas bien dotadas de medios suponen un plus de eficacia, seguridad y fiabilidad. Más aún cuando hay vidas en juego

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