La inclusión era esto: gastar dos millones en el «espacio de trabajo» del ministro

La inclusión era esto: gastar dos millones en el «espacio de trabajo» del ministro

El ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá, tiene despacho en la sede del Paseo de la Castellana, 63 (en los Nuevos Ministerios, histórica sede del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social), pero, además, ha habilitado un «espacio de trabajo» en un edificio de la madrileña y elitista calle de José Abascal, concretamente en el número 39, cuyas obras de acondicionamiento han costado 1,93 millones de euros. Es decir, que teniendo un despacho se le ha antojado un segundo que hemos pagado todos los españoles en un momento en que, por razones obvias, las Administraciones Públicas están obligadas a hacer un esfuerzo de contención en el gasto. La pregunta es evidente: ¿Es que el despacho en los Nuevos Ministerios le parecía poco? ¿Es que no cumplía con los requisitos propios de un despacho de ministro? Y si así fuera, ¿por qué en lugar de acondicionar un ‘palacete’ no se acondicionó el despacho de la sede ministerial para evitar gastar casi dos millones de euros?

La explicación oficial intenta justificar que el  ‘despachazo’ no es tal, sino que se trata de un «espacio de trabajo compartido con los miembros de su equipo». Otra vez la pregunta es obvia: ¿es que los miembros de su equipo tampoco tenían en los Nuevos Ministerios despachos dignos?

El presupuesto de las obras para el «espacio compartido» del ministro Escrivá se ha ido incrementando desde su precio de adjudicación por importe de 850.000 euros hasta los citados 1.938.944,92 euros finales. Más del doble. Y todo porque «se han detectado deficiencias no previsibles en el momento de la declaración de emergencia». O sea, las deficiencias «no previsibles» han costado a los españoles 1.088.944, 92 euros más del presupuesto inicial. Como todas las previsiones del Ministerio de Inclusión sean iguales que esta no es de extrañar que quieran freírnos a impuestos.

Las malas lenguas dicen que Escrivá decidió mudarse de despacho para no aguantar a la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Si así fuera, nos ha costado un riñón. Y si no fuera así, también nos ha costado un riñón. Porque lo único claro de esta historia es que se han dilapidado dos millones de euros por un capricho que, en un momento en que millones de españoles las están pasando canutas, tiene mucho de obscenidad.

Lo último en Opinión

Últimas noticias