La guerra de Sánchez e Iglesias

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Tras la última homilía sabatina de Pedro Sánchez, sabemos lo que ya sabíamos antes: es decir, que la reclusión domiciliaria se nos prorroga dos semana más, y que los niños de hasta 12 años podrán salir a la calle la semana próxima en las condiciones concretas que se nos dirán.

Para eso acaparó Sánchez las televisiones generalistas, monopolizándolas durante setenta minutos, a lo que hay que añadir las permanentes, continuadas y cansinas «ruedas de prensa» —es un decir—, tanto «técnicas» como políticas. Desde luego, en coherencia con el relato bélico establecido por el Estado Mayor, dirigido —imagino— por su poderoso director de gabinete, tenemos unas comparecencias que harían pensar que, efectivamente, estamos en plena guerra.

La propaganda institucional del Gobierno del régimen nos golpea con estos eslóganes: «Esta guerra la ganamos unidos», «un día menos». De seguir así, solo faltará que empiecen a animarnos con mensajes como «Primer mes triunfal», «Segundo mes triunfal». Todo se andará, no desesperemos.

Nos hemos acostumbrado a aceptar acríticamente como «normal» lo que no lo es, «ni a nivel de calle ni a nivel legal», plagiando a la inversa a Adolfo Suárez. Narcotizados por el bombardeo continuo de la propaganda oficial, parece que estemos felices y contentos con la actual situación, que nos lleva a salir a aplaudir cada día a los balcones, exteriorizando nuestro entusiasta apoyo a los compatriotas que combaten en «primera línea» y que, seguramente, se sentirían más gratificados si, con los aplausos, el Gobierno les llevara mascarillas, por ejemplo. Pero ya sabemos la consigna oficial: durante la guerra, la crítica es delito de traición; así que, a callar y a aplaudir.

El lenguaje bélico acapara todo el escenario: nuestros sanitarios son nuestros héroes, junto con los uniformados de nuestros Ejércitos, Guardia Civil y Policía, que vigilan el cumplimiento del confinamiento al que estamos sometidos, y colaboran en esta guerra luchando contra el enemigo, incluso en labores de desinfección de lugares como las residencias de ancianos, especialmente golpeadas por nuestro cruel oponente. Parece que, para el Gobierno, el enemigo «interior», también está en las redes sociales y deben ser desintoxicadas de virus y bulos críticos.

Los grandes ausentes en este escenario son las bajas propias de toda guerra: los caídos en el combate. Ellos son ocultados, pues es necesario no desmoralizar a la retaguardia con imágenes de ataúdes y lágrimas de sus seres queridos, que no han podido acompañarles en sus últimos momentos, y apenas tampoco en sus entierros. No sabemos a ciencia cierta cuántas son esas bajas, y ni siquiera el pseudo-científico portavoz —que nos dijo antes de que estallara la guerra, que no habría contienda y que, como mucho, se trataría de unas breves escaramuzas que no producirían bajas en nuestras filas—, es capaz de contabilizar los combatientes fallecidos en primera línea. Me dicen que son alrededor de 37 y, si lo sé yo, con mayor motivo debiera saberlo él.

Como «no hay mal que por bien no venga», en esta guerra hemos conocido que tenemos unos Ejércitos espléndidos: soldados, militares y guerreros que, en la guerra y en la paz, están al servicio de España y de los españoles. Ver con normalidad a nuestros soldados por las calles de nuestras ciudades, es una imagen que tenía otras connotaciones en el imaginario colectivo, sobre todo de la izquierda y de los separatistas. Para Sánchez e Iglesias, seguro que sí. Al primero, el Ministerio de Defensa le parecía un gasto superfluo y prescindible, y al segundo no le gusta ver al Rey vestido de militar. Sin duda alguna que prefería ver así vestidos a Jefes de Estado tan demócratas, como Fidel Castro, Hugo Chávez y los jerifaltes soviéticos que debían llevar tras ellos un chambelan con un cojín de seda sobre el que colocar las condecoraciones que no cabían en sus —estos sí— heroicos uniformes.

En este contexto, y consciente de que la propaganda no puede ocultar la dramática realidad de más de 200.000 contagiados y 21.000 muertos —todos ellos «oficiales»—, siendo el país del mundo que —sin explicación convincente—, aporta más bajas proporcionalmente en esta «Tercera Guerra Mundial», el Estado Mayor monclovita ya tiene en marcha la siguiente operación: «salvar al soldado Sánchez». En eso consiste «el plan de reconstrucción nacional»: solidaridad de la oposición para superar la enorme crisis que se avecina sobre España…, y salvar al Comandante en Jefe y a su General Jefe de Estado Mayor, Pablo Iglesias.

Para que no haya dudas al respecto.

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