El Gobierno no puede jugar con un sector estratégico como la energía

El Gobierno no puede jugar con un sector estratégico como la energía

La preocupación por la sostenibilidad energética, que incluye una transición hacia formas más limpias de energía, es transversal al conjunto de la sociedad. La cuestión en este terreno no es tanto el objetivo, compartido por todos los partidos, como los medios a emplear; y este camino no puede realizarse de espaldas al sentido común, entre otros motivos porque así no se llegará al fin que se trata de alcanzar. Sin embargo, el Gobierno socialista parece empeñado en aplicar políticas de corte marcadamente ideológico en terrenos donde tendría que primar el rigor y templanza de los técnicos. Porque sólo desde una actitud ideológica se puede explicar políticas que van mucho más allá de lo que exige el Acuerdo de París y los compromisos asumidos por la UE.

Las compañías del sector contemplan con lógica preocupación que en el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 20211-2030 (PNIEC) en el que está trabajando el Gobierno, conceptos como “moderación” o “negociación” brillen por su ausencia. En cambio, se percibe con nitidez la alargada sombra de José Luís Rodríguez Zapatero. El anterior presidente socialista, que a tenor de lo visto parece ser fuente de inspiración para Sánchez, posee el triste récord de haber quebrado el sistema eléctrico español y de haber encarecido el recibo de la luz un 60%.

Lo desmedido de las propuestas de Sánchez queda en evidencia con un simple cruce de datos. España, que es país históricamente mucho menos industrializado que el resto de nuestros vecinos europeos, se compromete a que dentro de once años, en 2030, el 42% de la energía sea de fuentes renovables, mientras que Francia, Alemania o Italia, que contaminan mucho más que España, no tienen intención de sobrepasar cifras que superen el 30% de su producción.

Sectores de tamaña importancia estratégica como el energético no pueden orientarse bajo criterios de una ideología naif. No sólo es una cuestión que afecte al crecimiento y a la creación de empleo, que también, sino a la capacidad del país de proveerse de fuentes constantes de energía de forma continua y autónoma. En cualquier caso, en este terreno hay un freno de mano –un antídoto– que puede funcionar con radical eficacia: recordar el periodo de Zapatero.

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