Fiscalidad según PSOE: gastar y endeudarse es lo solidario

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Era 2017 cuando Susana Díaz, molesta con el dumping fiscal que le hacían los frugales de Madrid, lanzaba su discurso por la solidaridad fiscal en la conferencia de presidentes. Daba igual que, al mismo tiempo, la que pedía con una mano en Madrid, gastaba con la otra en Sevilla, donde intentaba bajar a 35 horas la jornada laboral de sus 200.000 empleados o miraba para otro lado a la hora de recuperar el dinero de los ERE.

Ese es el resumen del asunto. A unos les gusta gastar sin gestionar y otros intentan gestionar sin gastar. Y, para el pensamiento progre, los responsables son los primeros y los segundos unos insolidarios. Cuando nuestros políticos abren embajadas, construyen aeropuertos sin aviones, contratan miles de funcionarios, abren universidades en todas las provincias o museos de lo que sea en cualquier esquina, y hacen campañas para que todos hablemos bable o seamos blandengues, no pasa nada. Si gastas en todo eso y más, y aunque para ello subas impuestos o te endeudes hasta las cejas, eres un líder responsable fiscalmente.

En cambio, si te da por ahorrar y aliviar un poco al contribuyente, eres un irresponsable fiscal, un neoliberal amigo de los ricos. Prepárense porque el periodismo orgánico nos lo va a repetir hasta que sea verdad. Y más si se trata del  Impuesto de Patrimonio, que muestra que los españoles (y ya no todos) somos los más solidarios de la Unión Europea, pues sólo se aplica aquí. Se ve que los comunistas de Portugal también son unos egoístas  vendidos al capitalismo.

Pero la incoherencia no sólo está en la política fiscal, sino en la autonómica. Ahora vienen los de Podemos y el ministro Escrivá diciendo que hay que centralizar. Autonomía para conceder el tercer grado a los etarras, para que discriminen por razones de lengua, para romper la unidad de mercado o para que unos policías o médicos cobren más que otros sí; pero, para bajar impuestos, nos volvemos jacobinos.

En este discurso resultan más coherentes  los nacionalistas, que quieren autonomía para todo. O los de Vox, que directamente y sin complejos no creen en el Estado autonómico. Otros creen más o menos según la necesidad que, para tocar poder, se tiene del tardopujolismo o de los aprovechateguis de turno.

O jugamos a las autonomías o no. Pero, mientras juguemos, si hay autonomía para subir impuestos, también tiene que haberla para bajarlos, y que los ciudadanos, si no han votado con la cabeza, puedan votar con los pies.

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