Esperando el metro con Colmenarejo

Esperando el metro con Colmenarejo

Debo confesar y confieso que la inesperada marcha al otro mundo de Juan Pablo Colmenarejo, justo el mismo día en que su Atlético de Madrid firmara el mejor partido de la temporada, me dejó estupefacto.

Colmenarejo, 54 años, Universidad de Navarra, era un radiofonista que atrapaba con su ironía, capacidad para titular a bote pronto y con su lectura rápida para otear más allá de la descripción noticiosa. En los últimos tiempos, solíamos coincidir a la salida de RTVMadrid y juntos hacíamos trayecto en metro.

Nunca se recuperó de su despido en Cope, que atribuía directamente a su presidente, Fernando Giménez Barriocanal. Escuchaba y concluía. Supongo, no me lo dijo, que al abrir la puerta oscura del más allá habrá perdonado a los que pusieron sordina a una ambición legítima de llegar a la mayor cantidad de gente posible. Él, que había acumulado tantos galardones como imaginar se pudiera.

En un mundo mediático tan líquido, tan escaso de lecturas, tan frívolo y letalmente fatuo, Colmenarejo era un profesional de pilares firmes y convicciones acendradas. La independencia -que el Quijote consideraba simplemente libertad- fue siempre un grado, sobre todo, cuando chocas con la empresa; llegados a ese punto la cuerda termina por romperse por el sitio más quebradizo.

Se fue. Aquí quedamos en “una tubería de gatos” como tituló su último artículo. En efecto, JP. Una tubería de gatos…

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