Errores económicos del pasado

Errores económicos del pasado

Asistimos en los últimos meses a un despegue permanente de la economía española. Las cifras de crecimiento del PIB han vuelto a ser robustas, el empleo crece con fuerza en nuestro país y la práctica totalidad de indicadores económicos acreditan que nos encontramos en pleno ciclo alcista tras haber atravesado una larga y tortuosa crisis desde que en agosto de 2007 se desatase la crisis de las “hipoteca basura”. Sin embargo, ¿podemos afirmar que este crecimiento —tanto nacional como internacional— es sólido, que se ha blindado frente a posibles inestabilidades que pudiesen aparecer o frente a impactos de algunos componentes de dicho crecimiento que, en el pasado, contribuyeron tanto a profundizar en la caída de la economía, en la crisis financiera y en la destrucción de empleo? Obviamente, no.

Uno de esos casos, que constituye un elemento dormido pero altamente peligroso para la economía, no es otro que el nivel de deuda pública que se ha acumulado. Es cierto que el nivel de deuda privada descendió, pero el endeudamiento público está en niveles del entorno del 100% del PIB. Esto constituye un elemento peligroso por su potencial impacto negativo en la economía, no sólo por el efecto expulsión de la iniciativa privada, al drenar recursos para su financiación, que también, sino porque dicho volumen de deuda, cuando haya de ser refinanciada puede encontrarse con unos niveles de tipos de interés muchos más altos que los actuales, con lo que restará muchos recursos para poder prestar otros servicios y presionará al alza el déficit y, a su vez, la propia deuda.

Paralelamente, la balanza comercial continúa con su escalada; es cierto que las exportaciones aumentan, pero lo hacen todavía a mayor ritmo las importaciones, con lo que se incrementa el desequilibrio. Cuando eso sucede y hace que la Balanza por Cuenta Corriente se torne muy negativa, ha de entrar financiación del exterior que lo cubra en el equilibrio de la Balanza de Pagos, de manera que la posición deudora frente al exterior aumenta, dejando de nuevo a la economía española en una situación débil frente a una potencial crisis. Igualmente, el sector bancario vuelve a iniciar una guerra del activo, especialmente de las hipotecas, recuperando una agresividad que puede devolvernos a endeudamientos no deseados, con las consecuencias ya por todos conocidas.

En definitiva, hay que profundizar en reformas que aumenten la productividad, disminuir el gasto público y lograr que se instale la sensatez en las acciones de los agentes económicos para poder seguir creando riqueza y empleo y no volver a caer en los mismos errores del pasado que nos mantuvieron sumidos en una década de amplia crisis, recesión y paro masivo. El problema es que ningún partido político parece caminar en esa dirección, siendo el Gobierno el más cauto y prudente, pero de manera insuficiente, al tiempo que el resto propone propuestas que todavía incrementan más el gasto sin asegurar su viabilidad.

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