Errejón puede matar políticamente a Iglesias y romper el cántaro de Sánchez

Errejón puede matar políticamente a Iglesias y romper el cántaro de Sánchez

Por mucho que Pablo Iglesias se esfuerce en quitarle relevancia al hecho de que la plataforma de Íñigo Errejón haya anunciado su disposición a concurrir a las próximas elecciones generales (está por ver en cuántos lugares además de Madrid se presenta), lo cierto es que la irrupción del que fuera su mano derecha y hoy adversario político irreconciliable supone un duro revés para el secretario general de Podemos. Pero no es sólo Errejón, porque el problema de Iglesias es de amplio espectro.

Su relación con las denominadas «confluencias» ha ido de más a menos hasta quedar en casi nada, porque salvo en Cataluña Iglesias ha roto todos los puentes de diálogo. En Andalucía, Teresa Rodríguez le puso la proa hace tiempo y ahora se plantea  una separación en toda regla. A Iglesias le quedan un puñado de fieles, más por interés personal que por devoción.

Su concepción totalitaria de lo que es el poder interno le ha llevado a purgar a la práctica totalidad de quienes empezaron con él en política, de modo que Podemos es hoy lo contrario de lo que prometió Iglesias que sería cuando irrumpió en el paisaje político nacional. Hoy, la formación morada es la menos plural y la más anquilosada de todas, esclerotizada a niveles superlativos.

Errejón, que ideológicamente comparte muchas cosas con Iglesias, se diferencia de éste en las formas. Su capacidad para la interlocución con las «confluencias» es mayor y, sobre todo, es más sutil en sus estrategias. Errejón puede ser la puntilla para un secretario general de Podemos que ha llevado a cabo una permanente deriva de tierra quemada.

La fragmentación de la izquierda abre un nuevo horizonte político que altera de manera notable el tablero electoral.  Podemos y Pablo Iglesias se enfrentan a una nueva prueba de fuego, pero más al límite que nunca, y Pedro Sánchez, que se ha deshecho en elogios hacia Errejón, puede pagar en sus carnes la irrupción de una formación que, dependiendo de los niveles de abstención, amenaza con alterar sustancialmente las optimistas previsiones del socialismo español. Y es que, como dijo Pablo Casado, las elecciones «las carga el diablo». Todo está en el aire.

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