El enésimo ataque a la propiedad privada

La izquierda quiere prohibir que los no residentes, en una gran mayoría extranjeros, compren una vivienda en Baleares, tal y como se desprende de la PNL presentada por Podemos en el Parlamento balear y que será apoyada por los socialistas en la inmensa mayoría de sus puntos, especialmente, en este punto en concreto, tomando como excusa la lucha contra la especulación. También quieren reducir de diez a cinco las viviendas de un propietario para ser considerado gran tenedor para aplicarles la limitación del precio del alquiler una vez se definan lo que llaman zonas tensionadas. Parece que a esta reducción se oponen los socialistas, aunque también en el proyecto de ley estatal están estudiando el rebajarlo.
Todo esto es una barbaridad y constituye el enésimo ataque a la propiedad privada que desde la izquierda, cada día más populista y más extrema, se hace cada día. Critican a las empresas, que son las que generan actividad económica y crean puestos de trabajo. Llaman especuladores y capitalistas salvajes a los propietarios de los supermercados. Hasta tuvieron la tentación de nacionalizar muchas empresas con la excusa de las medidas de lucha contra el coronavirus.
Siempre las mismas recetas caducas, rancias, de otro tiempo, que ya se demostraron más que fracasadas. La izquierda siempre apuesta por repartir lo que hay, no por ampliar la riqueza para todos. Siempre quiere igualar por abajo, no tratar de lograr que todos estén mejor. No quieren acabar con la pobreza, sino que quieren erradicar la riqueza. Subyace un mundo de envidias -cuando las propiedades son suyas, son los primeros que defienden su propiedad privada- y algunos líderes de la izquierda más extrema emplean toda esta demagogia para conseguir apoyo electoral con el que tener un puesto de trabajo que probablemente no habrían alcanzado en el mundo privado por sus conocimientos y destrezas. Al fin y al cabo, la única prosperidad que tratan de conseguir es la suya, aquella prosperidad que les permite irse de un diminuto piso en un barrio humilde a una casa con todas las comodidades que ellos llamarían burguesas si fuesen de otros en una zona muy agradable. Ya lo dijo Foxá en Madrid, de Corte a Checa: «En realidad no eran marxistas, sino envidiosos».
Este disparate es el último hasta el momento en materia de vivienda. Con la limitación de precios de alquiler sólo conseguirán reducir la oferta, dejar sin atender mucha demanda, con lo que las personas que buscan vivir de alquiler tendrán más dificultades para ello, y presionar al alza los precios hacia las zonas no consideradas tensionadas. Con la limitación de la compra de vivienda a no residentes, ahuyentarán inversiones, dejarán de llegar personas con un alto poder adquisitivo, disminuirá el consumo ligado a dichas personas, el empleo y la recaudación. En definitiva, su intervencionismo y ataque a la propiedad y a la libertad de decidir dónde invertir empobrecerá a la economía, perjudicando más a los más débiles.