Del Stalingrado de Mancha al de Iglesias pasando por el de Montero

Del Stalingrado de Mancha al de Iglesias pasando por el de Montero

Pablo Iglesias ha caído en su propia trampa. La moción de censura ha resultado un harakiri a la escasa credibilidad que le quedaba a Podemos. Utilizar este legítimo mecanismo parlamentario con el objetivo de ponerse en primera fila de la escena institucional cuenta, paradójicamente, con el riesgo de hacerte desaparecer del contexto político. Iglesias estaba avisado pero su ego ha podido más que la realidad. El populista carece de la mayoría parlamentaria suficiente —sólo cuenta con 45 escaños— como para conformar una alternativa que ponga en jaque la solidez gestora —a pesar de los innegables casos de corrupción— del Partido Popular. Hasta sus socios de Compromís le advirtieron del riesgo que conllevaba la jugada. Incluso lo prevenía la propia Historia, con el caso de Antonio Hernández-Mancha como ejemplo.

No obstante, el secretario general de Podemos —que tanto alardea de sus presuntas matrículas de honor en Ciencias Políticas— ha tenido un error de principiante al desempeñarse en el presente sin tener en cuenta los hechos del pasado. Ahí ha caído en su personalísimo Stalingrado. Antecedentes que tienen en el líder de Alianza Popular un referente indispensable. Hernández-Mancha desapareció del panorama político tras su moción contra Felipe González en 1987. A pesar de estar en las antípodas ideológicas, Iglesias y él ya comparten destino: quisieron posicionarse como principal alternativa al Ejecutivo y acabaron engullidos por la incapacidad de su movimiento. El filósofo alemán Josef Pieper establecía en su obra ‘Las virtudes fundamentales’ que la prudencia es una de las características esenciales de un buen gobernante. De haber tenido en cuenta este principio, Iglesias hubiera evitado el fracaso de este martes en el Congreso de los Diputados.

Sin embargo, prudencia y ponderación nunca han sido el punto fuerte del podemita. Ahí está su discurso y el de su compañera en la defensa del «proyecto alternativo». Irene Montero ha hecho de su comparecencia una perorata impropia del lugar donde una vez intervinieron oradores como Emilio Castelar, Manuel Azaña o Niceto Alcalá-Zamora. Su alocución, repleta de epítetos y desierta de argumentos, no hace sino reforzar el fracaso de Podemos. El nivel de la portavoz morada se resume en los calificativos que han jalonado su intervención: «Delincuentes», «machistas», «señoritos de cortijo» y otra serie de simplezas que, si no fuera por el escenario, parecería el ambiente de una taberna. No obstante, desde OKDIARIO agradecemos la impagable campaña de publicidad que nos ha hecho durante cinco minutos… Y es que Podemos es hoy más que nunca el sinónimo de la frustración: estancados en la protesta e incapaces de proyectar una sola actitud de eficiencia gestora.

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