PP, Podemos y PSOE: aquí nadie puede dar lecciones de ética

PP, Podemos y PSOE: aquí nadie puede dar lecciones de ética

España no puede permitir la mancha constante de la corrupción sobre su currículo. El país vuela hacia un futuro más que esperanzador, líder en creación de empleo y crecimiento económico en Europa. La gestión del Partido Popular ha posibilitado que la nación pase de una tasa del 27,16% de paro heredada de la administración Zapatero hasta el 18,7 actual. Una vuelta total al calcetín laboral y financiero que nos hace soñar con alcanzar unos guarismos previos a la crisis. De ahí que, ahora que estamos tan cerca de la recuperación definitiva, haya que erradicar casos como el acaecido en el Canal de Isabel II. No obstante, una cosa es que haya que ser críticos e intolerantes ante cualquier práctica delictiva y otra muy distinta que, a tenor de sus respectivos historiales, formaciones como Podemos o el Partido Socialista se puedan permitir el lujo de dar clases de ética y moral al respecto. 

Si este miércoles convierten el debate de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) en un campo de batalla al respecto de la corrupción, no sólo estarán cometiendo una grave irresponsabilidad política, caerán también en un supino ejercicio de hipocresía. Algo que se puede esperar de los populistas, siempre abonados al show político, pero que sería grotesco en un partido como el PSOE, al que su propio futuro —y las necesidades de sus gobiernos autonómicos— le exigen un mínimo sentido de Estado.

La corrupción resulta execrable sea cual sea la formación en la que se dé pero el PP no tiene el monopolio. Ahí está el Caso ERE —o los multimillonarios ‘cursos de formación’— en el PSOE o la abyecta financiación de Podemos debido al dinero teñido de sangre que les facilita la dictadura de Venezuela o la atroz satrapía de Irán. Hay que estar muy limpio para dar lecciones y, desgraciadamente, la política en España necesita una profunda regeneración en ese sentido. Una buena manera de empezar sería aprobar de una vez por todas las cuentas públicas y suministrarle combustible a esa locomotora que nos puede llevar a un futuro que ni siquiera nos hubiéramos atrevido a soñar hace una década.

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