De cabeza a un hundimiento histórico

De cabeza a un hundimiento histórico

Cataluña va de cabeza a un hundimiento histórico. La deriva secesionista de los autoproclamados padres de la patria catalana lleva a la comunidad autónoma hacia una situación límite. Al tiempo que su deuda récord —35,9% del PIB— atrofia la viabilidad de los servicios más necesarios, los inversores internacionales huyen en manada de la región por miedo a ese delirante matrimonio político liderado por el president Carles Puigdemont y completado por sus socios antisistema de la CUP. Los datos del Ministerio de Economía y Competitividad —la Generalitat se niega a ofrecer los suyos, lo que aumenta aún más la desconfianza— certifican que las inversiones internacionales han caído casi un 60% a lo largo del primer semestre de 2016.

Un descenso grave por sí mismo que adquiere un relieve dramático si tenemos en cuenta que esas mismas inversiones han aumentado en 3.425 millones de euros en la Comunidad de Madrid durante el mismo período. Incluso España, a pesar del bloqueo político, tan sólo ha bajado un 16%. No obstante, este contexto era de esperar. La inestabilidad política y social ha sido un hábito desde que Puigdemont llegara a la Generalitat: desafío constante a España y, por extensión, al Tribunal Constitucional, problemas para aprobar los presupuestos debido a las veleidosas exigencias de la CUP y, en general, un clima de frivolidad que ha dejado yerma la economía catalana. Repleta de populismo y huérfana de medidas sensatas y eficaces.

Y todo ello a pesar de que el Gobierno oxigenó su asfixia financiera con 1.600 millones de euros en el mes de julio. Sin embargo, y más allá de estrategias electorales, de nada sirve que la Generalitat intente falsear las cifras reales remitiéndose a informaciones interesadas procedentes de medios de comunicación extranjeros. Las estadísticas oficiales, las que toman en cuenta los inversores antes de hacer negocio, son concluyentes: la confianza que proyecta Cataluña es paupérrima. Desgraciadamente para sus ciudadanos, la región cada día se cierra más en sí misma y eso incide directamente en un mercado laboral que ya cuenta con 446.000 desempleados. Sin inversión extranjera y con una deuda pertinaz cabe preguntarse qué futuro les espera si siguen en manos de fuerzas independentistas y radicales. Un horizonte nefasto para ellos. Una preocupación mayúscula para España.

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