Una guerra justa

Hollande-Putin
François Hollande y Vladimir Putin, durante su conferencia posterior a su reunión en el Kremlin (Foto: Reuters)

Francia ha bombardeado por tercer día consecutivo Al Raqqa, el bastión sirio del Estado Islámico. Es la respuesta directa a la masacre que dejó 129 muertos el pasado viernes noche tras los atentados de París. Cuando el primer ministro galo, Manuel Valls, dijo que estaban en guerra dio de facto el beneplácito al uso de la fuerza para tratar de eliminar al Estado Islámico, la organización criminal más poderosa del mundo. Un ejército de fanáticos con armamento pesado y una financiación basada en la lucrativa venta de gas y petróleo.

Quizás haya quien pueda pensar que la violencia sólo engendra violencia y recrimine a Hollande los bombardeos. No obstante, el buenísmo de salón y red social no convencerá de nada al Estado Islámico. Muy al contrario, inflamará su ADN impositivo y los animará a atentar cada vez con más sadismo ya que su fuerza se expande con rapidez gracias, precisamente, a la debilidad de los territorios por los que pasa. Así sucedió en 2014 durante su campaña en Irak, país donde dominan la mitad del territorio, cuando las diferencias irreconciliables entre chiies y suníes les llevaron a conquistar la segunda ciudad del país, Mosul, y otro enclave fundamental como Faluya. Su ansia de territorio es insaciable, ahora mismo poseen un tercio de Siria y Libia además de una sólida red de maniobras en Túnez. Estamos hablando de un grupo de criminales con más de 30.000 efectivos en todo el mundo -200 de ellos en España- que igual entran disparando en una sala de conciertos al grito de “Alá es grande” que llegan a Palmira y destrozan algunos de los vestigios culturales más antiguos y valiosos que existen en el planeta. No es una reacción al hipotético colonialismo de Occidente, el Estado Islámico sólo entiende de su propio plan de futuro para el mundo: el terror.

La actuación general de estos bárbaros se basa en una interpretación religiosa que coloca como enemigos cervales a todos aquellos que no piensen y practiquen sus ideas, sean musulmanes o no. Entre sus normas de conducta social están la violación sistemática de mujeres, la represión de las minorías religiosas, el secuestro, la extorsión y la exhibición en redes sociales de todo tipo de asesinatos: decapitaciones, torturas y crucifixiones… Por lo tanto, y como decían en aquella Grecia clásica, madre de la actual Europa:”No hay pactos entre leones y hombres.” Y estos leones que han tomado cuerpo en islamistas radicales no quieren dialogar ni entender más razón que la suya: subyugar a Occidente bajo una dictadura teocrática.

Por todo ello, los bombardeos de los aviones franceses son mucho más que una venganza, es la respuesta de la libertad frente a la demencia que se asienta en Oriente Medio. De hecho, lo mejor que podría pasar para todos nosotros, para todos los nuestros, sería una coalición militar sólida formada por Francia, Rusia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Esa sería la respuesta más adecuada a un régimen tiránico que ocupa ya unos 100.000 kilómetros cuadrados, una superficie equivalente a toda Jordania. ¿Qué pasaría si los dejaran a su libre albedrío? Pues lo mismo que hubiera pasado si americanos y británicos no le hubieran parado los pies a la entente fascista de Hitler, Mussolini y Tojo.

Cuestionar a Hollande es cuestionar la esencia de lo que somos de la misma manera que la prevalencia del pensamiento buenista y políticamente correcto podría suponer la aniquilación de Occidente tal y como lo conocemos. Si el país galo no bombardeara, las próximas víctimas del terror podrían ser nuestros padres, hijos, hermanos o amigos. Nadie está libre de este peligro. Por eso, cuando el enemigo sólo entiende de sangre y barbarie, la guerra es la única manera de conseguir la paz.

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