No va a quedar otra que el 155

Parlament
Imagen del Parlament de Cataluña (Foto: AFP).

El Parlamento catalán ha dado un golpe de Estado sin necesidad de intervención militar, utilizando de forma torticera el concepto de Democracia para violar la ley y lanzar el enésimo órdago al Gobierno. Arrogándose, para más inri, el derecho a romper con la Constitución sin tener siquiera el respaldo de la mitad de sus propios votantes.

La nueva “República Catalana” que proclaman los mismos políticos que han utilizado el nacionalismo para esconder el robo sistemático a su pueblo, supondrá el cumplimiento del viejo sueño totalitario, en el que el nuevo estado podrá concluir la segregación que inició hace ya 30 años, expulsando a muchos españoles de su propia tierra.

El presidente del PP catalán, Xabier García Albiol, es el primer representante popular que, desde los tiempos de Alejo Vidal Cuadras, ha plantado cara al mundo independentista sin ceder ni un ápice a la propaganda y la manipulación que ha salido de las filas de Convergencia, ERC y el PSC. Junto con la brillantísima Inés Arrimadas, de Ciudadanos, Albiol se ha quedado solo en su defensa de la integridad y la defensa de la nación española.

La tibieza de los predecesores de Albiol ha permitido al resto de formaciones, incluida la marca catalana del partido que dirige Pedro Sánchez, presentarse como los adalides de la legitimidad, un concepto que, según los independentistas, debe situarse por encima de la legalidad. Este ardid semántico, junto con la confusión deliberada de “sociedad” y “estado”, es la marca principal de todo régimen totalitario que aspira a pasar por encima de todo con tal de llegar al poder y mantenerlo sine die.

La ruptura es la conclusión de una deriva que se ha caracterizado por la falta de respeto de las instituciones catalanas al ordenamiento jurídico español. La Generalitat ha incumplido la ley en materia educativa, fomentando el odio a todo lo español, empleando el arma de la lengua y obviando que su sostenibilidad financiera depende del suministro constante de fondos por parte de la Hacienda española. Mariano Rajoy, que ha acertado hasta ahora en su estrategia de serenidad y sensatez para no fomentar el martirologio independentista, debe pasar a la contundencia y emplear cuanto antes todas las vías jurídicas disponibles para detener esta locura, sea antes o después de las elecciones. Desgraciadamente, no va a quedar otra que echar mano del artículo 155 de la Constitución y suspender la autonomía.

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