Discriminación y vergüenza

Discriminación y vergüenza

Inés tiene 11 años. Estudia en un centro para niños con necesidades educativas especiales en Madrid porque tiene un ligero retraso madurativo. Sólo hay que hablarle con serenidad para que ella pueda entender y gestionar la información que recibe. Se divierte, baila y ríe como cualquier niño. Esto fue lo que sus padres hicieron saber a los responsables del campamento de Salamanca al que decidieron llevarla este verano para que aprendiese inglés. Una experiencia vital y académica más, como las que muchos elegimos para nuestros hijos cuando llega el verano. No hubo ninguna pega de entrada, tal y como esperaríamos de una sociedad abierta e inclusiva como la nuestra. Sólo pidieron una cosa: que no comunicasen a sus pequeños compañeros que Inés tenía una discapacidad para evitar cualquier tipo de estigmatización o discriminación.

Un día después, Inés ha tenido que irse de allí. Los organizadores del campamento han transigido con las quejas de los padres de las dos niñas con las que dormía, que alegaban que sus hijas ya compartían aula con niños con discapacidad durante el resto del año. ¿Su solución? Apartar a la menor, sacarla de la habitación y que durmiese con una monitora. Obviamente, los padres de Inés se han negado a consentir esta discriminación intolerable, que no debería ni plantearse, y han decidido prescindir de la actividad, con el consiguiente sufrimiento de la pequeña.

Su madre le ha dicho que la culpa no es suya, que en este mundo hay gente que no es capaz de entender lo especial que es ella. Yo, ante esta madre, me quito el sombrero. “Está hecha polvo, tiene la moral por los suelos, ella piensa que la culpa es suya, que no consigue ser normal”, ha dicho en los medios. ¿Normal? ¿Quién es ‘normal’? ¿Es ‘normal’ que no haya ni una disculpa por parte de los responsables de esta discriminación? ¿Es ‘normal’ que haya padres que consigan echar a una niña de un campamento y duerman tranquilos? Porque lo que desde luego no es normal es que los valores de inclusión y convivencia sigan siendo la excepción y no la norma. Como representantes públicos no podemos consentir que nuestra sociedad camine hacia la segregación y la ignorancia, en lugar de hacia la inclusión, el respeto y la tolerancia. Hay tanto por hacer que no nos vamos a quedar de brazos cruzados, pero hoy solo puedo acordarme de Inés y sentir vergüenza, mucha vergüenza.

  • Esther Ruiz, diputada de Cs en la Asamblea de Madrid

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