El desestabilizador Iglesias

El desestabilizador Iglesias

Algo se malogró a fondo en nuestra vida pública cuando Pedro Sánchez retomó el poder en el PSOE para acabar, con reparos, dejándole la puerta abierta a Pablo Iglesias. Toda la labor de arraigo y moderación llevada a cabo por ese hombre tal cabal que es el asturiano Javier Fernández respaldado por el socialismo “senior”, se descompuso con el retorno azaroso de Sánchez en unas primarias pintorescas y oscuras, con pésimos resultados en dos elecciones generales. Sánchez ganó la guerra de clanes y el PSOE extravió su brújula. Las primarias express fueron la voladura de un ya muy frágil “statu quo”. Y así, años después, va el nuevo PSOE y así va la cohabitación en La Moncloa. El fuego cruzado de la oposición desconcierta al electorado que desearía grandes pactos pero lo más determinante es que, a pesar de toda la reticencia de Sánchez, desde la noche aciaga de octubre de 2016 la conjunción PSOE-Podemos iba a ser inevitable, por ese efecto podemita de la muralla china que impide razonar y actuar en la cancha de los consensos de verdad.

Tangencialmente, no ayuda la desafortunada comparación con la España que urdió los pactos de la Moncloa. Casi nada hay en común entre la actualidad y aquel momento salvo que en ambos casos era imprescindible dar estabilidad a la política económica y a un cierto pactismo institucional que hoy el partido de Pablo Iglesias hace impracticable. Con nuevos actores en la evolución política de España, como Podemos y el independentismo en Cataluña, el paralelismo con aquellos pactos de La Moncloa, y en general, todo acuerdo efectivo, no tiene sentido. Ahora mismo, lo que queda del partido comunista –aquiescente en los acuerdos de 1977- está en Podemos, bajo el liderato de un personaje político como Pablo Iglesias, capaz de creerse hombre de Estado y alabar al Ejército sin renegar de su razón de ser: un cambio de régimen y la quiebra de la economía de mercado. Pablo Iglesias es el gran desestabilizador, esa izquierda imposible que sigue postulando empobrecer a los ricos para enriquecer a los pobres o rechazando elípticamente el sistema de la Unión Europea como José Bove puso en pie de guerra el antisistema para aniquilar la Europa de los mercaderes, la gran banca, el FMI, la iniciativa privada y aquella Venezuela próspera y estable que Chaves ha dejado sin aspirinas en las farmacias, sin anestesia en los hospitales, sin Estado de derecho.

Apesadumbran las dosis de irresponsabilidad con que el PSOE fue a parar a manos de Pedro Sánchez y a partir de ahí la ruleta se puso a girar. Tras el ajedrez de la Transición la política se retrotraía al todo o nada de sus momentos más confusos y perjudiciales. Así ocurre con la actual pandemia, sin respuestas concertadas, con partidismos infantiles y líderes que parecen puestos ahí para improvisar y no para construir. Una vez más constatamos que con deslealtad institucional la capacidad de gobierno del PSOE se ve mermada. Son las tensiones internas que va orquestando la batuta de Iglesias. Dos gobiernos, un “impasse”.  El gran error de aquella noche en Ferraz se ha convertido en una pesadilla que imposibilita consensos, aleja a España de la centralidad europea y radicaliza a no pocos votantes.

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