Decadencia: de Santiago Rusiñol a Oriol Junqueras y compañía

Decadencia: de Santiago Rusiñol a Oriol Junqueras y compañía

El sábado asistí entregada a la representación de la obra Señor Rusiñol de Els Joglars en el teatro Juventut de Hospitalet. No se la pierdan por nada del mundo. Escritor, pintor, dramaturgo, un símbolo del cosmopolitismo y la amplitud de miras de un enamorado de Cataluña, de España y de una Francia que representó los valores culturales más avanzados de Europa. “Tuvimos el privilegio de vivir en una Cataluña amable y placentera, moderna”, dice el protagonista, pero “de amable ya no tiene nada…La crispación y la brecha social entre amigos y familias es enorme”.

Esta es la realidad. Este martes, durante la comparecencia en la Comisión de Investigación del 155 vuelve la rabia y la indignación al ver a esos delincuentes (la expresión de Roldán es perfectamente precisa y adecuada) en el Parlament, lugar supuestamente al servicio de toda la ciudadanía catalana. Y les vemos sin un atisbo de duda ni de remordimiento. Esta actitud añade abrasivo al escozor de los catalanes no independentistas que asistieron con ojos atónitos el mes de septiembre del 2017 a unos hechos que iban dirigidos a privarles de los derechos y libertades que creían disfrutar por estar en un país europeo democrático y fiel a la Ley.

Oriol Junqueras no ha hecho la menor autocrítica, mientras manifiesta que “no podemos renunciar a la constitución de una república” y que “nada de lo que hemos hecho es delito”. Jordi Turull, ex conseller de la Presidencia, llama cobardes y maleducados a los diputados de Ciudadanos por haber abandonado a Comisión, y les tacha de fascistas diciendo que no sabía si vendrían a cantar el “Cara al sol”. Y luego se queja de que, según él, no tengan “humanidad”.

Y Raül Romeva, el que fue conseller de “Exteriores” alardea de que no se arrepiente “de nada de lo que he hecho”.

No, no sienten remordimientos. Y si les preguntan a los nacional-progresístas, a los que se autodenominan “catalanistas”, “nacionalistas moderados” o a los del PSC, tampoco les llamará mucho la atención. Son tantos años de ir avanzando en los lindes, dando un paso más sin que nadie levante una ceja, que lo del 6 y 7 de septiembre del 17 tampoco les parece como para que vaya nadie a la cárcel. “¿Golpe de estado?”. Eso son cosas de españolazos y de Guardia Civiles. Aquí no.

Lo máximo a lo que llegan, esa punzada de duda, este quizá-nos-pasamos podría leerse en las palabras de Raül Romeva: “Hay que entender que mucha gente no compartió, no entendió, no lo vio claro o simplemente discrepa de lo que se hizo.” Es para mondarse, ¿no creen? Esa gente un poco rara que no comparte, no entiende, no ve claro o discrepa de que les digan que les van a arrebatar porque sí una nacionalidad con la que se sienten perfectamente cómodos y felices.

Mientras tanto, Carles Puigdemont vuelve a pasar el cepillo en su Twitter para que los feligreses le proporcionen los 4.1 millones de euros que el Tribunal de Cuentas les pide a él, a Oriol junqueras y 18 responsables políticos más. Al tratarse de una actuación administrativa y no penal, Puigdemont, Ponsatí y Comín no tienen inmunidad parlamentaria. A ver si es verdad que esta vez les tocan el bolsillo.

Y en este festival del absurdo ya tenemos fecha para que Pedro Sánchez reciba a Joaquín Torra (por favor, no le llamen “Quim”, no merece ese trato de amigos), quien ya no es diputado y seguramente no es presidente. Ha convocado elecciones. La pregunta es si está autorizado a hacerlo.

En estas circunstancias nos encuentra el Sr. Rusiñol, con este gobierno aquí y ese gobierno allá. Gobiernos que, por desgracia, tienen en común con esa magnífica obra de teatro unos políticos de tercera que escuchan la palabra “España” y es como si metieran los dedos en un enchufe.

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