El analfabetismo religioso de Carmena y el PSOE

El analfabetismo religioso de Carmena y el PSOE

El listado de las democracias más avanzadas del planeta es muy breve; 15, 18 países a lo sumo, no más. España, gracias a la Constitución de 1978, forma parte de tan selecto club. Nuestro modélico marco de convivencia está garantizado por la Carta Magna; gracias a ella, el ejercicio de las libertades cívicas queda garantizado con precisión y holgura. La libertad religiosa es uno de estos derechos fundamentales. Respetarla, con independencia de las particulares creencias de cada uno, es signo de cultura democrática y de tolerancia; no hacerlo de forma premeditada implica relegar los valores propios de la razón pública y de la convivencia para lanzarse hacia el terreno del radicalismo.

Sin embargo, para una cierta izquierda española todo vale a la hora de ofender el sentimiento religioso de la mayoría de españoles, máxime cuando llega el periodo pre-electoral. Que la junta municipal del madrileño distrito de Chamberí apruebe cambiar el nombre de la plaza del Sagrado Corazón de Jesús para que pase a denominarse plaza de Rafael Sánchez Ferlosio manifiesta ese gusto por la polémica. El nombre del insigne Premio Cervantes, recién fallecido con 91 años, y que no publicó una novela desde el año 1955, tras su exitoso El Jarama, bien podría darse a una de las nuevas bibliotecas que la alcaldesa proyectó construir durante su mandato. Esta asignatura pendiente se realizará en la próxima legislatura, ya con otro equipo municipal.

Obcecarse en 2019 por no admitir el hecho religioso dentro de la esfera pública, lejos de tener un supuesto carácter emancipador, implica un notable ejercicio de artificiosidad. Los Derechos Humanos (1947) reconocen la libertad religiosa, que si busca confinarse dentro de un laicismo excluyente denota una óptica del siglo XIX o de la primera calamitosa mitad del XX. No parece del todo casual que uno de los concejales promotores de esta medida, Mauricio Valiente, además de militar en Izquierda Unida, sea conocido por tener en su despacho un póster de Lenin. Para concluir, subrayemos dos ideas: la Constitución de 1978 implica un corte limpio con el anterior pasado político al establecer un marco político radicalmente novedoso y distinto, y en la vida social tenemos que esforzarnos por caber todos.

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