The End

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Pedro Sánchez se equivocó cuando Mariano Rajoy le sirvió en bandeja la Presidencia del Gobierno porque, en lugar de hacer lo que había comprometido a hacer, convocar elecciones, puso la acción ejecutiva al servicio de un proyecto personal y suicida. Decía una de las grandes mentes que hemos tenido en el S. XX, Ortega y Gasset, que los hombres, como los niños, quieren unas cosas, pero no sus consecuencias, y esto es lo que le ha pasado a Pedro Sánchez.

Él quería La Moncloa y lo logró, sin embargo, sin entender la extraordinaria exigencia y generosidad personal que tan elevada responsabilidad conllevaba en estos momentos. Él percibió el poder como un instrumento y no como lo que era: un momento histórico. En breve, se iniciará una campaña electoral con Cataluña como epicentro, y ahí se van a enfrentar en una batalla histórica, crucial para el futuro, dos visiones de cómo enfrentar el problema catalán. Está el buenismo de aquellos para los que prima el diálogo frente a la ley, inconscientes de que esto es una contradicción en sus propios términos, letal para cualquier democracia. Y, por el otro lado, estarán aquellos, los millones y millones de españoles entre los que me encuentro, que pensamos que hay que sanar el daño infligido por el secesionismo a nuestro marco legal, a nuestras instituciones representativas, al corazón de la nación antes de plantearnos cualquier tipo de entendimiento.

Pedro Sánchez está herido, en su opinión por las derechas desleales, yo creo que bajo el ‘Síndrome de La Moncloa’, es posible que él y sus estrategas, decidan inmolarse frente al todopoderoso sentimiento nacional, un vínculo de pertenencia forjado a lo largo de los siglos y que, cuando decide defenderse, lo hace con extraordinaria fuerza y siempre de abajo-arriba. Que Pedro Sánchez piense que su problema es la extrema derecha, evidencia su desconexión con la realidad social española, además de demostrar que desconoce la historia de España. Se trata de un mal análisis que le llevará hasta el borde del precipicio.

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