La Moncloa tiene rumbo propio

La Moncloa tiene rumbo propio
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Joan Guirado

En Moncloa nada se deja a la improvisación. A diferencia de hace sólo un año, cuando con la cuestión catalana el barco parecía ir sin capitán, hoy todo está bien pensado y medido al milímetro: lo que se hace, se dice, incluso lo que no se dice. Todo forma parte de una estrategia muy pensada que tiene como objetivo la permanencia de Pedro Sánchez en el palacio gubernamental.

A diferencia de la mayoría de mandatos presidenciales, en esta ocasión en la cocina de la Moncloa no hay un hombre de partido, de esos que han crecido casi con el carné del PP o el PSOE en la boca y han desarrollado entre Génova, Ferraz y las instituciones que gobernaban aleatoriamente, su carrera profesional. Tal vez por eso, hoy el engranaje estratégico de la sede del Ejecutivo va más rodado de lo que ha ido en los últimos 40 años.

Ahora, la sala de máquinas del edificio de Moncloa se parece más al engranaje de alta política de la Casa Blanca. Aunque, no podemos negar, es cierto, que la casa española encierra una política más de marketing y gestos que de soluciones a los problemas diarios, pero también debemos decir que ponen el foco en resolver problemas históricos.

Seis meses después, el nombramiento de Iván Redondo al frente de la oficina del Presidente del Gobierno no puede ser valorado más que como un acierto. Con un líder del Ejecutivo al que le faltan tablas y empatía, que ni tan siquiera se esperaba llegar tan pronto a Moncloa, dejar la dirección de orquesta en manos de un profesional capaz de hablar con la autoridad que le confiere la independencia política es seguramente una de las mejores decisiones que ha tomado el presidente Pedro Sánchez. Y estaría bien que sus sucesores tomen nota.

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