El problema de la corrupción (anterior) es una oportunidad para Pablo

Pablo Casado
El presidente del PP, Pablo Casado, en la sede de Génova.

El que les escribe supo de verdad lo que es LA CORRUPCIÓN con mayúsculas el día en que se sentó cara a cara con Jaume Matas en ese tan maravilloso como recomendable hotel que es Maricel. Lo normal es que hubiera clavado instantáneamente mi mirada en el inigualable azul cristalino de la U que la madre naturaleza dibujó en la bahía de Palma. Pero no. Aquella mañana del otoño de 2006 mis ojos se dirigieron a esa muñeca que pierde a numerosos políticos. No daba crédito. El presidente de la Comunidad balear portaba sobre su nada extremidad superior derecha (en una idiota imitación del Rey) un reloj inconfundiblemente de platino y claramente Hublot, la mítica marca suiza. La unión Hublot+platino es sinónimo de 80.000 euros como mínimo. No tenía pajolera idea del importe exacto del peluco porque pese a gustarme más que a un tonto un lápiz los relojes, mi nivel está a años luz del que gastaba este siniestro personaje con cargo al erario público. Intuía que valía un pastizal, el sueldo anual de dos, tres, cinco o 10 españolitos de clase media pero precisé de unas horas para salir de dudas. La casualidad me pudo y a las 24 horas certifiqué que la pieza de marras salía por 150.000 del ala.

Jaume Matas, conocido entre las incontables víctimas de sus mordidas como El Perro, ganaba a la sazón 69.000 euros brutos o, lo que es lo mismo, unos 3.800 euros netos al mes. Ni él ni su mujer, Maite Areal, la mayor fashion victim que han visto mis ojos (compraba Chanel, Prada, Gucci y Hermès como si fuera Zara), eran ricos por su casa. Con lo cual era necesario invertir el parné de cuatro años de sueldo y no comer, no escolarizar a los hijos, no pagar la comunidad de vecinos, tampoco el gas, la luz, ni el agua, ni irse jamás de vacaciones para poder sufragar tamaño caprichazo. No hizo falta porque los billetes de 500, los célebres bin Laden (nadie los ha visto pero todo el mundo sabe que existen), aparecían en Can Matas como churros. Parecía el chabolo de unos narcos: entraba tanto cash que no sabían qué hacer para lavarlo. Así cualquiera se comporta como un jeque árabe… Si uno se pone a ello, la corrupción política puede llegar a ser tan rentable como el narcotráfico.

Pensaba que lo había visto todo y estaba en lo cierto porque una cosa es “ver” y otra bien diferente, “oír”. Aún me quedaban por escuchar salvajadas éticas que dejaban a la anterior reducida a la condición de juego de niños. Mientras devoraba el que algunos críticos gastronómicos califican como “mejor desayuno del mundo” (sí, el del Hotel Maricel), el entonces presidente regional me llevó de nuevo a su terreno soltándome una nada enigmática frase que me hizo literalmente temblar: “Eduardo, quiero que sepas que Maite y yo hemos decidido mudarnos al centro de Palma”. Mis ojos volvieron a dibujar chiribitas. Un meteórico cálculo me llevó a diagnosticar de qué demencia estábamos hablando. Cálculo que, sin solución de continuidad, quedó corto cuando mi interlocutor puntualizó las medidas del nuevo casoplón: “Quinientos metros cuadrados”. Teniendo en cuenta que era el mejor edificio de la mejor zona del casco antiguo de lo que antaño fue la capital de un reino volví a teclear la calculadora mental: cinco millones de euros. Un par de meses más tarde, y tras las oportunas comprobaciones sobre el origen de la pasta, publiqué las características del nuevo hogar de la familia Matas con el consiguiente cabreo del personaje y del editor de la edición local de El Mundo, Pedro J. Ramírez.

Es decir, que el pájaro poseía un pelucazo de 150.000 pavos y un palacete de 5 kilazos con 3.800 euros al mes. Lo de un pelucazo es un decir porque cada semana, cada dos a lo sumo, estrenaba uno diferente. Había de todo: Franck Muller de todos los colores, Audemars Piguet, Patek Phillipe, más Hublot, Omega, IWC y el Cartier de rigor. Una manera como otra cualquiera de lavar dinero podrido. No sé por qué pero en su muñeca jamás vi una pieza de la marca de relojes de lujo más vendida del mundo: Rolex.

La vista gorda con Matas, con Gürtel, con los sobresueldos, con la caja B, con Ignacio González… condujo a Mariano a una lenta pero inexorable decadencia política

Las cuentas no salían y menos que salieron cuando me enteré meses después, ya de vuelta a Madrid, que le habían comisionado otro inmueble, un apartamentazo con vistas a Cabrera, y la casa de 350 metros cuadrados en pleno barrio de Salamanca de Madrid en la que aún pernocta cuando no está entre rejas. ¡¡¡Nueve o 10 millones de patrimonio inmobiliario ganando 3.800 pavos al mes!!! Lo mejor de todo es que meses antes había planteado a Mariano Rajoy su irrevocable decisión de no optar a la reelección. Su bananera corrupción era un secreto a voces en Palma y él sabía mejor que nadie que la Fiscalía, entonces en manos del PSOE, le podía trincar en un abrir y cerrar de ojos. El presidente nacional del PP hizo oídos sordos, y no será por qué algunos no lo avisamos por gallardones interpuestos, y un Matas que había perdido definitivamente el oremus por culpa de algunas no muy saludables costumbres se presentó de nuevo en mayo de 2007, ganó pero perdió el poder, la Justicia empezó a pisarle los talones y acabó no precisamente en el palacete sino en la prisión de Segovia.

La vista gorda con Matas, con Gürtel, con los sobresueldos, con la caja B, con Ignacio González, con Púnica, con Rus y demás golfos valencianos condujo a Mariano a una lenta pero inexorable decadencia política. Porque por muy honrado que sea uno mismo, cuando surgen casos de corrupción a tu alrededor lo más recomendable es cortar por lo sano. Amputar el miembro gangrenado sin contemplaciones. Contemporizar, mirar hacia otro lado, silbar mirando al cielo como si nada hubiera pasado y lavar los trapos sucios en casa es el camino más corto para acabar como el rosario de la aurora. El pontevedrés de Santiago continuaría yendo a trabajar al despacho del edificio de al lado en Moncloa y no al Registro de la Propiedad si hubiera cogido el toro por los cuernos en lugar de hacer luz de gas.

Pablo Casado, cuya honradez personal está fuera de toda duda, tanto como su talento político, debe hacer lo mismo que Mariano… pero al revés. Acertó al forzar la salida de una María Dolores de Cospedal acorralada por ese tsunami nacional que son los audios de José Manuel Villarejo, el comisario nombrado agente encubierto por José Luis Corcuera en 1989 y al que tuvieron en palmitas todos: desde Felipe a Rajoy, pasado por Aznar y Zapatero. Tan cierto es que Cospedal es víctima de unos pinchazos en los que se demuestra que lo que ella realmente quería era acabar con la mangancia barcenil como que eligió los métodos equivocados porque contra el delito no vale el delito.

La que se le viene encima al actual mandamás de Génova 13 con el caso fondos reservados destapado esta semana por Manuel Cerdán y Carlos Cuesta es un agujero negro de consecuencias imprevisibles. El cuento de nunca acabar. Ni siquiera nosotros que hemos destapado el escándalo estamos en condiciones de calibrar hasta dónde llegará y a quién alcanzará. ¿Quizá al Señor X? Ya sólo el nombre de este nuevo episodio de delincuencia política debería llevar al presidente del PP a ejecutar una de esas razias éticas que son hambre para hoy pero pan, y del bueno, para mañana. Un cortafuegos que dejará aún más en evidencia a un Sánchez que robó su doctorado, a un marciano ministro con casas a nombre de sociedades instrumentales para desgravarse o deducirse cientos de miles de euros, a una Celaá que falsea su declaración de bienes cifrando en 195.000 euros un patrimonio de 4 kilazos o a una Carcedo (sí, hay una ministra que se apellida Carcedo) que trincaba dietas de alojamiento en Madrid cuando era diputada pese a que posee hace muchísimos años una casa no muy lejos de la Puerta del Sol.

Lo de los fondos reservados no es ninguna broma, querido Pablo. Ni un marrón que debas tomar a beneficio de inventario

Por no hablar de una homófoba Delgado que llama “maricón” a un compañero de Consejo de Ministros que es gay, una misógina Delgado que asegura preferir trabajar con hombres “porque se les ve venir y son más de fiar” y una encubridora Delgado que ve a compañeros de trabajo con menores y no lo denuncia y escucha a un comisario decir que ha creado una red de prostitución para extorsionar a políticos y ríe a carcajadas en lugar de irse ipso facto al juzgado de guardia más próximo.

Lo de los fondos reservados no es ninguna broma, querido Pablo. Ni un marrón que debas tomar a beneficio de inventario. Estas partidas de dinero público están para comprar voluntades que permitan desentrañar casos de terrorismo o crimen organizado, no para ocultar delitos perpetrados por el politicastro de turno, ni para salvar el trasero a la vicepresidenta, a la secretaria general o al vicesecretario de guardia. Destinar fondos reservados para la lucha contra el crimen a fines ajenos es un delito como la copa de un pino sancionado con la cárcel. Sobornar al chófer de Bárcenas para rescatar los documentos o grabaciones que podían matar políticamente y tal vez penalmente a media cúpula del PP es tan delictivo como meterlo con fórceps en la Policía con 40 años cuando la edad media de entrada en el cuerpo está en los 25.

Haz lo que quieras. Me temo que o empiezas a fumigarte a todos los nombres que vayan apareciendo o el que acabará fumigado serás tú, víctima de esa cobardía moral que jamás tuviste. Más vale que a uno lo pongan una vez amarillo que ciento colorao. Ni imputaciones ni leches. Ya sabes cómo has de actuar cada vez que salga un marrón con tantas pruebas como las existentes en el que instruye el Juzgado de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional: darles una patada en el lugar donde la espalda pierde su casto nombre. Eso sí, tras agradecer al afectado cínica, empática y educadamente los servicios prestados. No te olvides de otro pequeño gran detalle: los casi 3 millones de votos que perdisteis entre 2011 y 2016 básicamente por la corrupción son los 3 millones que logró Ciudadanos en las últimas generales. Matemática pura. Y recuerda que, en contra de lo que plantea la izquierda, no hay corrupción buena (la de los míos) y mala (la de los demás) sino solamente corrupción. Dicho lo cual he de reconocer que egoístamente a mí me preocupa más la de los partidos que representan el modelo de sociedad en el que yo creo (vosotros y Ciudadanos) que la de los adversarios ideológicos.

Lo que seguramente tú ves como un problema es en realidad la oportunidad de tu vida. Convierte la lucha contra la corrupción, propia y ajena, en el eje de tu discurso y ya verás lo poco que tardas en desahuciar al okupa.     

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