El impúdico presidente Sánchez

El impúdico presidente Sánchez

Me suena que los fontaneros de Sánchez levitan en La Moncloa como encantados de conocerse. A Iván Redondo, el comandante de esa leva entusiasta, le ocurre como a aquel personaje de Arniches —¿sabrán éstos quién era Arniches?—, que se miraba al espejo extasiado y clamaba para sí mismo: “¡Mecachis, qué guapo soy!”. Lo dirá más que nunca ahora que se ha empapelado la molondra con una pelambrera que ni Sandokán. Siempre hay que pensar que los calvos vergonzantes son menos de fiar que el preso Villarejo, pero el séquito de Redondo cree que el ahora greñudo Redondo le ganó a Kennedy las elecciones de 1960 por lo que le parecen cosa diminuta, pura filfa, las rectificaciones, los cambios de criterio, las promesas incumplidas y hasta las amenazas del patrón del citado gurucillo. Son, seguro, en el fondo y en la forma, gajes de la política porque en este menester la sindéresis es algo más que un pecado; es una memez.

En consecuencia: ¿qué hay que mantener ahora que los separatistas no son rebeldes, sino diminutos malversadores? Pues, ¡hale!, a pregonarlo en público que no pasa nada y si pasa se le saluda. ¿Qué primero leñazo y tente tieso a los autónomos y luego, pues ya veremos? Pues nada, mandamos a la ministra de Hacienda que tiene más gracia que Dani Rovira, y a troncharse todos con la última ocurrencia. ¿Qué de “elecciones ya” viramos elecciones cuando me dé la gana? Pues que espere  la oposición que encima le estamos haciendo un favor porque ya dice el falsificador del “CISgarabís» –invento jocundo de Javier Ferrari– que les sacamos doscientos cuerpos de ventaja. La verdad no existe; existe la necesidad de seguir en el machito, y esto que aquí queda escrito no es invento del redactor, sino de los ocupantes de La Moncloa.

Porque todo vale con tal de permanecer porque, al fin y al cabo, “nosotros hemos venido a cumplir una misión con el país”. Ahora ya podemos afirmar que a Sánchez le importan una higa las acusaciones de plagio y las múltiples golferías de sus ministros, porque esa Comisión del Senado que le iba a poner la cara colorada ya no se reunirá ¡hasta febrero! Y para entonces, como hasta hace meses el gurucillo Redondo, todos calvos. Por eso, Sánchez a los 46 días de su amenaza: “Os voy a llevar (OKDIARIO) a los tribunales”, no la cumplimentará. Está decidido. Ha amagado con la infamia y no ha pegado. Otra más.

El está más seguro que nunca de que el destino ha cumplido con él una obligación histórica haciéndole presidente, por eso se marca un farol y rompe relaciones con un tipo, Casado, con el que no se habla desde agosto, y al tiempo, les propina un lametón a los de Podemos votando con ellos que llamar asesino al Rey no es delito. Son —me parece que piensan así los trabajadores de Redondo— concesiones inevitables. Se inspiran en el New York Times, en Le Monde y el Frankfurter y en estos periódicos lo que de verdad interesa a sus lectores es qué se va a hacer con la momia de Franco. Sánchez, nuestro impúdico presidente, está en ese menester, no sabe cuándo, pero cumplirá con su encomienda. Será el segundo enterrador del general.

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