El Rey salvó a Sánchez

El Rey salvó a Sánchez

Con infinita prudencia y un pelín de complicidad graciosa la Casa del Rey, el Rey en definitiva, se avino el sábado a tapar, o quizá a disimular más bien, el desmán cometido por el matrimonio Sánchez en la recepción del Día de la Fiesta Nacional. Nunca que se recuerde en más de 40 años, la Zarzuela ha tenido que refrendar o corregir el comportamiento del presidente del Gobierno. Menos aún por escrito y para ser difundida una nota pública. La tarde del viernes y la mañana del propio sábado los contactos y hasta las negociaciones entre los dos palacios debieron acumular tan gran intensidad e insistencia que se convino una solución de compromiso. Otro error. El Protocolo de la Casa del Rey era consciente de que había cometido una demasía, y la Presidencia del Gobierno, por boca y andanzas del gurucillo entrometido, Iván Redondo, sabía que el desvarío aprovechado de Sánchez y su señora estaba produciendo a medias hilaridad e indignación general en todo el país.

Los Reyes llegaron con un pequeño retraso a Palacio, se colocaron en el salón acordado y allí esperaron algún tiempo a que empezara la recepción. Como ésta se retrasaba porque la cola no estaba preparada, el protocolo real pidió al presidente que entrara para acompañar por unos momentos a los monarcas. Una vez que el presidente estuvo dentro y tras algunos minutos de comprobación, Protocolo inició la recepción. Entró, como estaba previsto, la presidenta del Congreso de los Diputados y su marido, y el matrimonio Sánchez les tendió la mano tras colocarse a la derecha de la Reina que, estupefacta, observaba la maniobra sin podérsela creer del todo. Fueron unos interminables segundos hasta que un ujier enviado por sus jefes reconvino al presidente y éste se avino, con las mandíbulas apretadas, que es su gesto cada vez que le incomoda una situación, a dejar el lugar al que nadie le había llamado. De esta guisa comenzó la ceremonia en la que las estrellas secundarias, los invitados, ni siquiera tuvieron tiempo para saludar a los Reyes según la liturgia recomendada. Se impuso el paso legionario que el Rey, es también la verdad, soportó con mejor disposición que su esposa.

Sánchez no era nuevo en la plaza; había acudido ya en otras ocasiones, bien es cierto que dando también la nota como el año pasado cuando se presentó en Palacio sin corbata. Esta vez iba de rojo, un color inadecuado para el uso protocolario matinal. El matrimonio, ocupante ocasional de La Moncloa, no ignoraba pues que tenía que marcharse en cuando llegarán los convocados. El estaba a lo suyo: a ser el novio en la boda y a vender el mensaje que con toda celeridad corrió a vender a los periodistas que le fueron rodeando: “Yo me quedo de presidente hasta el 2020”.

Por todo esto en la tarde del propio viernes y el sábado entero, o sea, 36 horas después de la recepción, los mensajes echaron humo entre los dos palacios. El comunicado de la Zarzuela ha sido calificado en el mejor de los casos como “inusual”. No hay ninguna conciencia de que entre las obligaciones de la Corona figure la de tapar o disimular los disparates de ningún jefe de Gobierno. Eso no ha sucedido nunca, pero el del viernes sentará desgraciadamente “jurisprudencia”. El Rey tuvo que echar una mano a un retoño cuya máxima, la que adorna el frontispicio de todas sus actuaciones, es no pasar desapercibido. Lo peor que le puede ocurrir a un comunicado, sea éste de quien sea, es que el público en general, no se lo crea. Es decir, lo que desde el sábado viene ocurriendo.

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