España tiene un problema estructural: el paro

España tiene un problema estructural: el paro

España tiene un problema estructural: el paro. Los malos datos correspondientes al mes de agosto con una pérdida de más de 200.000 afiliados a la Seguridad Social arrojan un jarro de agua fría a nuestras expectativas económicas. Entretanto, la tasa de paro en España, según Eurostat, se sitúa en el 15,1% sólo por detrás de Grecia (19,5%), prácticamente doblando a la de la zona euro (8,2%) y casi triplicando a la de la Unión Europea (6,8%). Seguimos estancados en el terreno económico y confiando en demasía nuestra suerte a los bonancibles efectos de la temporada turística.

El verano de 2018 no cumple las previsiones tan positivas que los más optimistas planteaban y se confirma una contracción en el flujo de visitantes, fundamentalmente de los procedentes de los países tradicionales que son Reino Unido, Francia y Alemania. Como tantas veces hemos dicho, parte de ese infiel turismo prestado, al igual que el desodorante barato, pronto nos ha abandonado y lo ha hecho en busca de destinos más competitivos sobre todo en cuestiones de precio: Turquía, Egipto, Túnez, Grecia, Croacia.

En algunos de estos lugares, el miedo a actos terroristas se difumina y paulatinamente van volviendo a la normalidad. Sin embargo, también merece la pena que hagamos una reflexión sobre algunas circunstancias más domésticas que han servido para empañar los números del verano del 2018. La turismofobia en Cataluña y algunos otros lugares de la geografía española ha causado un impacto de pavor hacia España. Esos actos que nos han dejado impresionados a los lugareños han sido ampliamente difundidos en el mundo entero y nos han hecho un flaco favor, agravado por la pasividad con la que las autoridades actúan.

Añádase a ello que determinadas ciudades españolas se han convertido en la meca del movimiento de los manteros, donde los derechos de la propiedad intelectual y el copyright son permanentemente mancillados para asombro de propios y extraños mientras nuestras autoridades, de nuevo, hacen la vista gorda ante unas estampas que son más propias de ciudades sin ley donde el Derecho brilla por su ausencia y la legalidad se contraviene con la aquiescencia de los que mandan.

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