Tres tristes trileros

Tres tristes trileros

La romería monclovita del vicepresidente efectivo del Gobierno, conocido prócer, Pablo Iglesias, constató la siguiente evidencia: todo está atado y bien atado. Bien visto, los iconoclastas de Franco son émulos muy aplicados de la política que siguió durante cuarenta años el general y que consistía en sólo esto: no estáis preparados para vivir en autonomía, por eso me tengo que ocupar de vosotros. Sobre Franco por cierto una digresión mínima: como sigan empeñados en llevarse la momia a no se sabe dónde, el Valle de los Caídos va a declarar el no hay entradas. Esta semana, camino de El Escorial, crucé por los alrededores y la cola de acceso a la tumba llegaba casi hasta el pueblo de Guadarrama, no hasta el centro de la villa porque allí mora Montoro, el depredador más grande los últimos siglos de España, y la gente le huye no vaya a ser que le sise la cartera otra vez.

Pero volvamos al caso. Presidente efectivo y vicepresidente adosado se pegaron durante un par de horas un festín político para decidir qué hacer con nosotros —unos pobrecitos que no les merecemos— de aquí a dos años cuando este país se caiga definitivamente. Como están en perseguir la ruina a base de imponer impuestos que parecen ya las hojas de alcabala, como están en predicar mejores pensiones después de subirles la vida universalmente a los jubilados, y como están en presentar al rico en plazas públicas para que la plebe orine sobre sus vergüenzas, los dos trileros, ya han decidido que para lograr tan grandes réditos, la receta el es diálogo, sobre todo si éste se entabla con presuntos delincuentes como es el caso del tercer trilero de la serie: Torra.

El Frente Popular que está en marcha se sustenta sobre el acuerdo de estos tres tristes trileros. Tristes porque ¿no me negarán que Sánchez, Iglesias y Torra son más tediosos e infaustos que aquel gafe de Primo de Rivera que cada vez que se acercaba al dictador causaba una desgracia morrocotuda? Él era incluso cenizo consigo mismo. Se presentaba ya en la República como la mano derecha de Calvo Sotelo, así que cuando la horda roja asesinó a don José, le faltó tiempo para buscar al presuntuoso y darle el paseíllo.

Ya se ve que en España se está poniendo de ultramoda otra vez el lenguaje del Frente Popular. En los treinta, los trileros eran por este orden Largo Caballero (el Sánchez de ahora), Companys (el Torra de este momento) y La Pasionaria (salvando el género y el tiempo, lo más parecido al actual Pablo Iglesias). Entre los tres, tristes trileros del XXI, han subvertido el orden político de España sin importarles ni un pimiento qué será de esta Nación antigua y entregada (aquí de valientes, nada de nada) el día en el que el Dios en el que no creen, decida enviarles al tinte. Se contradicen, pactan por lo bajo, se intercambian cromos y juguetean con nosotros como si ellos fueran los payasos de la tele y el país entero una colección de descerebrados que según pregona el gurucillo recortado y verborreico Redondo, entregará su voto al trío porque ni como tal, ni cogidos individualmente tiene rival conocido. Esta semana empieza de verdad la fiesta; sólo hay que desear que la España de la sensatez y el progreso, no de respiro a estos tres tristes trileros y que eso sí, en su bondad, les envíe a esconder su bolita en cualquier plaza pueblerina. Aunque no sé: tampoco ese es su sitio.

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