De derrota en derrota hasta la derrota final

De derrota en derrota hasta la derrota final
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Estupor que no asombro causaron las palabras del ínclito Presidente del Gobierno, Sr. Sánchez, al afirmar que se está buscando una solución política que conduzca a una votación sobre el autogobierno, recalcando que se trataría de “un referéndum por el autogobierno, no sobre la independencia» ya que, “está en juego la convivencia en Cataluña».

Mientras la minoría soberanista lo tiene claro, Sánchez demuestra lo contrario. Cuando la amenaza se responda con buenismo, el insulto con blandenguería y la bravata con amilanamiento, España padecerá una grave enfermedad. Disponiendo de competencias no previstas en la Constitución gracias a los acuerdos políticos con los sucesivos gobiernos, creando con la “caja común” de toda España un ciclópeo ente de empresas públicas, consorcios y fundaciones, ¿no son ya suficientes los insultos y desplantes hacia el resto de España de una minoría sediciosa con ademanes de delincuente de arrabal?

Sánchez desconoce términos esenciales de la Política exigibles al jefe de un ejecutivo, como “nación”, “estado” o “soberanía”, por lo que no es digno de ocupar la magistratura que por accidente y conveniencias consiguió, e ignora que ni él ni Torra pueden decidir, por bastardos intereses, el destino político del todo o de una parte del territorio español. Su actitud obedece a la necesidad de sobrevivir en el poder, causando a España un grave daño porque se asume el artero discurso que alimenta al soberanismo. Los separatistas lo tienen claro. Su chulería se alimenta de la debilidad del Estado, del miedo a sajar un problema que ya dura demasiado. Todos los gobiernos han sucumbido interesadamente a “sus encantos” pero el gobierno de Sánchez se lleva la palma. Las concesiones constantes a una corrupta clase política a cambio de migajas para gobernar siguen siendo el primordial factor que otorga una adulterada preminencia al secesionismo para minar el sacrificado bienestar del resto de los españoles. Y la masa, aborregada e ignorante, interpreta dicha endeblez como fragilidad y falta de razón, pavoneándose con sensación de victoria, de euforia y ardor, vigorizando sus falsas historias y fortificando sus mitos. Porque el Estado permanece inerme, cobarde y ausente pues el gobierno de Sánchez hace dejación de sus deberes. Por ello debe responder, por desertar de su obligación de ser garante del destino de España. Porque su única aportación es planificar una “agenda de normalidad”. ¿Existe esta cuando se agrede a ciudadanos por sentirse españoles?, ¿cuándo el presidente de una comunidad amenaza con abrir las cárceles?, ¿cuándo en un pueblo se despierta a sus ciudadanos con altavoces adoctrinando a modo coreano?, ¿cuándo el Gobierno estudia retirar recursos ante el Constitucional para asentar su diálogo con “los rufianes”?, ¿cuándo se habla de España y Cataluña como naciones diferentes y en plano de igualdad?

La situación no se resuelve con ofertas lastimeras, sino con el respeto a la ley y a España. No se despacha con pactos paliativos, sino con mano dura para llegar a implantar una verdadera libertad, justicia y convivencia. Si, mano dura contra los sediciosos y sus colaboradores, abortando su financiación, retomando los medios públicos de comunicación y rescatando la educación para el Estado, como principal nido de propaganda anti española. Es necesario, pues legal es, acabar con las organizaciones separatistas que fomentan el enfrentamiento entre españoles. Falta sentido de estado, patriotismo vertebrador y valentía política.

En medio de esta comedia bufa, personaje siniestro y lúgubre Guardiola, comparando los lazos amarillos de rencor y enfrentamiento con los lazos contra el cáncer, rebosantes de esperanza e ilusión. Insufrible paciencia sr. Guardiola. Como dijo Voltaire, filósofo francés: “La idiotez es una enfermedad extraordinaria pues no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”.

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