… y el azotamujeres dando lecciones de feminismo

Pablo Iglesias
El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias (Foto: Efe)

La más que dudosa en términos técnico-jurídicos puesta en libertad de La Manada ha vuelto a incendiar el país que hace más de 2.000 años los romanos bautizaron como Hispania y que algunos como el ario Torra intentan negar prostituyendo la historia. Los grupos feministas más extremos y la izquierda más ultra han aprovechado que el Arga pasaba por Pamplona para volver a agitar las calles. Eso sí: ahora la culpa ya no es del Gobierno “fascista” de los “fascistas” Rajoy y Catalá porque ya no están. Bueno, ahora la culpa ya no es del Gobierno… lo cual demuestra cuál era la motivación real de sus críticas al Ejecutivo anterior que, como no puede ser de otra manera, no puede ni debe interferir la actuación judicial. Es más, la Fiscalía pidió 22 años de cárcel para estos depravados en los ya pretéritos tiempos marianos.

Los unos y los otros, las unas y las otras que diría Irena, intentan imponer lo que ellos denominan “la Justicia popular” que no es sino “la Justicia que a mí me da la gana”. Olvidan que ése es el camino más corto al Salvaje Oeste por la vía de sustituir ese Estado de Derecho, que es el sistema menos justo del mundo exceptuando todos los demás, por la Ley de Lynch. Una barrabasada en toda regla que nos devolvería directamente a ese 1936 que algunos intentan resucitar para imponer su verdad, su justicia, su historia, su ética y hasta su estética. O a ese Far West en el que la venal turba decidía a quién había que ajusticiar y a quién no, lo cual provocaba que acabasen en la horca culpables e inocentes.

Me lo explicarán 100 veces pero continuaré sin entender por qué esta gentuza al cubo ha sido puesta en libertad cuando ni siquiera ha cumplido la mitad de la mitad de la condena que se les impuso. En Derecho las comparaciones pueden ser odiosas cuando no escandalosas. En este caso inevitablemente lo son: si Francisco Correa se pasó en prisión provisional tres años y medio y Granados dos largos, ¿por qué no se ha aplicado esta misma tesis a esta abyecta panda? Más que nada porque como padre de una menor de edad que soy a mí me provoca pánico que depredadores sexuales como José Ángel, Alfonso, Jesús, Ángel y Antonio Manuel anden sueltos por ahí. Que nadie olvide que la mayoría absoluta de los delincuentes sexuales vuelve a reincidir. No es algo que afirme yo al tuntún, lo aseveran las tan incontestables como insobornables estadísticas.

Pero por mucho que a mí me revuelva las tripas una sentencia como la de Pamplona y por mucho asco que me dé el voto particular del juez singular, tengo que acatarlos. Y si no estoy de acuerdo con un fallo, lo critico, y si estoy a tiempo, monto una acusación popular para que la salvajada no salga gratis al justiciable de turno o, al menos, para que no le salga tan baratita. Barrabasadas como las de publicar la dirección exacta de esta basura humana o la de proponer que los cuelguen, como plantea la autodenominada Juventud Comunista, no es el camino. La Real Academia define el Estado de Derecho “como el régimen propio de las sociedades democráticas en el que la Constitución garantiza la libertad (1), los derechos fundamentales (2), la separación de poderes (3), el principio de legalidad (4) y la protección judicial (5) frente al uso arbitrario del poder”. Ergo, toda forma de gobierno que no contenga uno solo de esos cinco ingredientes es una autocracia o una tiranía.

Cuidado, por tanto, porque esas armas las carga el diablo. Y lo afirma alguien que si fuera el padre de la muchacha de 18 años que sufrió el abuso salvaje de La Manada no sabe cómo habría reaccionado. Hay que ser ejemplar y frío como un témpano para no volverte loco y tomarte la Justicia por tu mano. Pero ése, el de confiar tu suerte a la Diosa Justicia, y no otro es el camino. La Ley del Talión o la de ese Charles Lynch que decidió asesinar a un grupo de lealistas a la Corona británica durante la Guerra de Independencia estadounidense son atajos que nos hacen retroceder 100, 500, 1.000, 10.000 o un millón de años. Las víctimas del cuáquero que da nombre a esta atávica costumbre que es el linchamiento habían sido declarados inocentes por un tribunal pero él decidió que eran culpables y se los apioló aplicando una norma tan bestia como es su realísima gana.

Más allá de todas estas precisiones obvias por sensatas, hay que hacer otra lectura tan o más preocupante. Cómo la extrema izquierda podemita y alrededores están intentando aprovecharse de las lógicas protestas contra unos veredictos más que discutibles para deslegitimar nuestro Estado de Derecho. O para intentar convertir por ley en sospechosos a todos los integrantes del sexo masculino. A Podemos le importa la víctima de estos animales lo mismo que a mí el cambio climático en el planeta Marte. Cero. Respeto tanto a personas como Lidia Falcón o Cristina Almeida que llevan décadas defendiendo la impepinable igualdad entre hombre y mujer y luchando contra el machismo como vomito cuando veo a tipos como Pablo Iglesias dando lecciones en este asunto.

Pablo Iglesias, que quiere para los españoles un régimen a la venezolana, es decir, una dictadura, se permitió el lujo de afirmar que la sentencia sobre La Manada y el fallo que los pone en la calle “demuestra que el Derecho no funciona y no sirve para proteger a las mujeres”. Olvidó, y no fue deliberado porque no sabe de nada, que en Europa hay agresiones sexuales que se sancionan penalmente con menos de los nueve años impuestos a La Manada. Fue más allá en su irresponsabilidad a la hora de instar a la ciudadanía “a tomar las calles” en protesta por el fallo y la puesta en libertad de los cinco sevillanos que abusaron sexualmente de una chica de 18 años en los Sanfermines de 2016.

De la desfachatez genérica del personaje no les voy a contar nada porque ustedes lo saben todo. Pero sí que voy a incidir en la desvergüenza específica de un individuo que es más machista que Pedro Picapiedra o Francisco Franco y se dedica a dar lecciones de igualdad y de feminismo. Que tome la antorcha moral de la lucha contra la violencia de género y contra las agresiones sexuales un tipo que en un chat de Podemos aseguró que “azotaría a Mariló Montero hasta que sangrase” es de traca. Como de traca es igualmente que las asociaciones feministas callasen como muertas cuando OKDIARIO publicó las pruebas de esa barrabasada que parece extraída de un hilo de whatsapp de La Manada y no del de un representante público.

Tampoco podemos y debemos olvidar el unánime silencio feminista cuando en sede parlamentaria este sujeto malencarado ofreció a Andrea Levy su despacho oficial para que “conozca mejor” al ¿guaperas? oficial de Podemos, Miguel Vila. El delito cometido por la vicesecretaria del PP fue admitir en una entrevista, y a la enésima pregunta capciosa, que el melenudo podemita le parecía atractivo. Pablo Iglesias no se quedó en el casposo y repugnante ofrecimiento a la valiente dirigente popular. Añadió, entre las risas de sus compañeras de bancada, que Levy “se calienta” con Miguel Vila. ¿Dónde tendría que haberse ido Rafa Hernando de haber pronunciado invectivas la mitad de graves que las del autocalificado “macho alfa” de Podemos?

Como igualmente gratis le han salido sus falócratas actuaciones en la conducción del partido y el grupo parlamentario. Cuando salía con Tania Sánchez la ascendió y la situó a su vera en la Cámara Baja, exactamente al lado de su compañero de escaño Íñigo Errejón. Cuando rompieron, la mandó al gallinero, detrás de una columna para más señas. Acto seguido, degradó a Errejón, le quitó el título de portavoz parlamentario y se lo otorgó a dedo a su nueva novia, Irene Montero. Por no hablar del “¡qué bonito abrigo de piel lleva usted!” que espetó en una rueda de prensa a una periodista que le había formulado una cuestión incómoda.

Argumentan las feministas que para evitar o, al menos, paliar actuaciones como las de La Manada hay que actuar desde la escuela educando en igualdad. Y tienen razón. Los niños son de adultos lo que nosotros queremos que sean. Si les instruimos en el odio, serán unos fascistas de mayores; si les enseñamos que no hay que respetar al prójimo, probablemente nos saldrán unos matones; y si les acostumbramos a no hacer las tareas del hogar y a despreciar a la mujer, a la vuelta de unos años estaremos como mínimo ante unos machistas, tal vez ante unos maltratadores, y como máximo ante émulos de La Manada. Para empezar, no estaría mal que las feministas pusieran de vez en cuando a parir el cavernícola lenguaje y las actuaciones machistoides de Pablemos. Con líderes así mal vamos en la lucha por la igualdad y el respeto a la mujer.

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