España: del ‘patchwork’ y del parche

España: del ‘patchwork’ y del parche

Patchwork: técnica de costura artesanal consistente en la unión de diferentes piezas de tejido, de las más diversas texturas y colores. Aplicado a la política, el patchwork equivaldría a juntar diferentes partidos u opciones de tendencia variopinta. Algo así como lo que puede suceder con los apoyos que pueda conseguir Pedro Sánchez para su moción de censura, puesto que para que triunfe precisa de los votos de la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados. Esa mayoría únicamente puede obtenerse con el voto de partidos tan dispares como, además del PSOE, Unidos Podemos, Esquerra Republicana de Cataluña, Compromís y Nueva Canarias, que han anunciado ya que la van a apoyar, pudiendo además obtener los votos de PNV, PdeCat y Bildu. El problema no se plantea con la suma de votos, que puede darse en la situación actual, con un Gobierno en la cuerda floja, no sólo por la reciente sentencia condenatoria de Bárcenas y otros implicados en la trama de financiación ilegal, sino por la débil posición que ya tenía en la cámara y la falta de iniciativa política en relación con el problema que se vive en Cataluña.

Donde sí podemos encontrarlo es en cómo va a tener que estructurar Sánchez un programa que los satisfaga a todos y, sobre todo, cómo va a poder gobernar en semejante situación y compañía. Por más que recosa el patchwork, se me hace difícil imaginar coherencia en la definición y la gestión de las políticas públicas derivadas de tal amalgama ideológica y de las respectivas praxis políticas que cada partido atesora. Parche: arreglo o solución provisional. En política constituye una técnica muy socorrida, especialmente en épocas convulsas, cuando no se quiere o no se puede ir al fondo de los problemas y se busca una salida rápida a los mismos aunque no sea definitiva. Es lo que parece que puede suceder si, para impedir que triunfe la moción de censura que está en trámite en estos momentos, Mariano Rajoy presenta in extremis la dimisión de su cargo. Ello derivaría en que el objeto de la moción de censura, que es el cese del Gobierno, decayera por ser de imposible cumplimiento, ya que previamente, sin haberse culminado su tramitación, la presidencia del Gobierno ya habría quedado vacante y el Gobierno en funciones estaría presidido por la actual vicepresidenta, a tenor de lo que disponen la Constitución de 1978 y la Ley del Gobierno de 1997.

Se trataría de un parche o solución provisional puesto que conllevaría la necesidad de iniciar la investidura de un nuevo presidente o presidenta que, como máximo, podría ostentar el cargo hasta la finalización de la actual legislatura, en 2020, si es que antes no se encontrara en la ineludible necesidad de disolver anticipadamente las Cortes. Así, pues, estamos ante el patchwork o el parche. O triunfa la moción de censura con el incoherente voto agregado de todos aquellos que anteriormente he indicado, o dimite el presidente del Gobierno actual para dar paso a otro Gobierno, de transición, hacia unas nuevas elecciones. Porque también cabe preguntarse por cómo podría sobrevivir y realizar acción política un Gobierno investido en las actuales circunstancias, con un Congreso de los Diputados como el que ahora tenemos.

Quizá sería mejor que, en vez de estar ante el parchwork o el parche, los protagonistas de todo ello, es decir, los partidos políticos, especialmente los grandes partidos aunque no sólo ellos, se vieran aquejados de un ataque de responsabilidad y sorprendieran a la ciudadanía con la adopción de un sentido de Estado que permitiera hacer política de verdad, para afrontar conjuntamente los graves desafíos ante los que nos encontramos. No me refiero sólo al “monotema” catalán, sino también al papel que hemos de tener en Europa, a la necesaria reforma de muchas de nuestras instituciones, a un mejor desarrollo legislativo de los derechos y deberes, por señalar algunos de los puntos sobre los que debería alcanzarse un acuerdo básico. Y que, ante la casi segura y más próxima que tardía convocatoria electoral, pudiéramos sentirnos seguros de que se va a tener más en cuenta lo que nos une que lo que nos separa y que las legítimas diferencias ideológicas no van a conformar abismos infranqueables que quiebren la cohesión social.

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