Un mes de mayo agitado en España

Un mes de mayo agitado en España

Centrados en España, se infiere otra consecuencia que podría complicar nuestras cuentas públicas e impedir el cumplimiento previsto del déficit público para 2018 —2,2% sobre PIB— justo cuando la deuda pública ha cerrado el primer trimestre del año subiendo, cifrándose la que computa a los efectos del protocolo de déficit excesivo en 1.161 billones de euros que equivalen al 99,8% del PIB de 2017. ¿Cuál es esa consecuencia negativa para las finanzas públicas españolas?

Sencillamente, que ante la presión popular y de los pensionistas, con movilizaciones en toda España —los pensionistas son el caladero de votos del partido gobernante—, el Gobierno ha dado la luz verde a las exigencias impuestas por otros grupos parlamentarios a cambio de apoyar los Presupuestos de 2018, entre las que se encuentra la subida de las pensiones que inicialmente, para este año y para 2019, quedarían indexadas al índice de precios del consumo, el IPC de nuestras vidas que a veces nos ofrece su cara bonita, como no hace mucho, o, en cambio, su perfil más doloroso como en el último año, menoscabando el poder adquisitivo de la ciudadanía.

La subida del precio del petróleo impacta en el IPC y un mayor IPC significa mayores revisiones de pensiones que cristalizan en más gasto público y realmente, por más que desde las altas instancias gubernamentales se diga que todo está bajo control y que con el utópico impuesto a las tecnológicas (?) se compensa el aumento de las pensiones, el escepticismo entre quienes más o menos conocemos nuestras finanzas públicas cunde por doquier. Cabe añadir todavía otro posible impacto negativo para la economía española de resultas de la escalada del precio del petróleo. Éste suele ser el principal gasto de las líneas aéreas que siempre que está en su mano intentan asegurar un precio fijo en sus contrataciones de compra de combustible precisamente para evitar los periódicos sustos ocasionados por las danzas en el precio del crudo.

Dicho de manera más sencilla: no será de extrañar que en los próximos meses —ojo, porque el verano de 2018 ya está a pocas semanas vistas— las compañías aéreas, forzadas por el aumento de su principal coste de la cuenta de resultados, se vean forzadas, al objeto de mantener márgenes, a trasladar ese plus de precio del combustible al precio de venta de sus billetes. Malo ese paso para que España se siga beneficiando del tsunami turístico de estos últimos años en los que se han batido todo tipo de registros máximos gracias a los millones de turistas que han elegido nuestro país como destino vacacional y vuelta a la realidad del por qué, en gran parte, de tal tsunami: el “turismo prestado”. La conflictividad en Grecia, Turquía, otros países mediterráneos y sobre todo en el norte de África ha provocado durante estos años una singular atracción turística por España. Empero, acá se han encarecido precios al socaire de la imparable ola de la demanda de extranjeros para visitar nuestro país. Entretanto, aquellos destinos conflictivos se han apaciguado, vuelven a transmitir sensación de seguridad y sus operadores ofrecen unos precios que en algunos casos son más baratos, entre el 40% y 50%, que los de España.

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