Esa izquierda, que de casta le viene al galgo

Esa izquierda, que de casta le viene al galgo

Progresistas de salón, de solo teoría y falso ejemplo. Prédica hipócrita una vez más aparece, si es que alguna vez desapareció. Nos hemos topado esta semana, como Don Quijote con los molinos, con dos nuevos ejemplos de esa impostora actitud. Iglesias y Montero, los del escrache, las coacciones y el acoso, que al ver la luz adquieren en condiciones más que favorables un chalet de lujo. Y el ominoso Willy Toledo, histrión más que actor, acompañado por Javier Bardem y Alberto San Juan, dando lecciones de libertad de expresión. Que interesante pareja los primeros, Iglesias y Montero, en la España de sus desahucios y de sus empleos esclavos, mensajes adulterados que les han servido para travestirse en nuevos conversos del capitalismo, para pasar de los 60 metros de piso en Vallecas a un chalet de lujo. Ejemplos de esa progre picaresca, de simulada lucha contra el sistema hasta servirse y lucrarse de él. Pareja de “listos» entre necios, aprovechándose de esa desilusionada sociedad que busca venganza seccionando el mercado libre, el verdadero progreso, el desarrollo del individuo en el que no creen. Pareja de fanfarrones atizando a la ciega recua.

Y acompaña a esta progresía de salón el indecente Willy Toledo. “Presunto” autor de un delito de ofensa contra los sentimientos religiosos. Cobarde, porque sus indecorosas y ridículas sandeces se dirigieron contra la Iglesia Católica, no contra el orbe musulmán radical, conocido por su libertad y tolerancia. Contra estos no, por si acaso. Ridículo ejemplo de comunista, según propia definición. Mentecato fabulador residente en Cuba, país crisol de respeto, libertad y tolerancia. Y en su lúgubre pesebre donde apoyado por curas y teólogos, pásmese Papa Francisco, se jactó de incumplir un mandato judicial, escoltado por lo más granado del progresismo. Bardem, a quien el Supremo impuso dos sanciones por 151.000 euros por infracciones tributarias. Histrión que quiso ser papá en el Sinai Medical Center, clínica, no pública, que no se encuentra en La Habana ni en ningún estado socialista, sino en uno de los rincones más capitalistas del mundo, Beverly Hills.

Bardem, un clásico de los paladines de la ultraizquierda, en vital campaña contra «los ricos», que vulnera la ley para evitar que la norma le afecte en sus finanzas y acude a centros exclusivos de grandes capitalistas. ¿Y quién es Alberto San Juán? Conocido por meterse en algarabías políticas más que por sus interpretaciones. Vocero y bocazas anticapitalista que desconoce, porque no lo vive, que el hambre, la pobreza y la tiranía no pertenecen al capitalismo, sino que son sinónimos del socialismo, ese sistema que jamás condenan ni él ni el llamado mundo de la cultura. La cara no oculta de los predicadores progres. Lo han tenido todo en casa de papá y mamá. Combinan fiereza revolucionaria y deseo de transformación social producto del revanchismo más que de la justicia. Se han fabricado una ideología a la medida de sus egoísmos y de sus apetencias, proclamándose abanderados de la apertura y el progreso.

El abrazo de una falsa revolución sin haber conocido nunca las dificultades de los que tienen como prioridad encontrar un trabajo, pagar una vivienda o dar de comer a sus hijos. Progresía insultante cuyas actitudes reflejan un activismo en defensa de las tesis más radicales de la izquierda embozando su comportamiento privado consistente en reproducir conductas que en sus monsergas no se cansan de denunciar. No se preocupan de que los pobres vivan mejor, sino de que haya más pobres excepto ellos, cuando alcanzan su objetivo de convertirse en casta. Se les valora demasiado. Ni Pablo, ni Irene ni los botarates de Toledo, Bardem y San Juan dan intelectualmente para mucho más. Ya lo dijo Marguerite Yourcenar, novelista francesa: “Exageráis la hipocresía de los hombres. La mayoría piensa demasiado poco para permitirse el lujo de poder pensar doble”.

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