Los que nos mangaron los ideales para forrarse

Los que nos mangaron los ideales para forrarse

Diez millones de euros de todos los madrileños, que es la cantidad que invierte anualmente la Comunidad de Madrid en publicidad institucional, dan para mucho. Dan para adquirir decenas de medios y, consecuentemente, para que los jefes de esos medios tengan amordazados a un sinfín de periodistas amén de cuadrar la cuenta de resultados a costa del contribuyente. Los mismos que desde que publicamos el vídeo de Cristina Cifuentes robando en el híper Eroski de Vallecas se dedican a defenderla como si fuera la Madre Teresa de Calcuta mientras nos ponen a nosotros a parir cual émulos de Don Vito Corleone. Claro que en esta campañita influye tanto más ese mal nacional que, tal y como atestiguaron Don Baltasar Gracián y el mismísimo Quevedo, es la envidia. Me llama poderosamente la atención también un nuevo, aunque de momento exiguo, club de periodistas: los que se jactan de las exclusivas que no dan. Todos dicen que tenían el vídeo pero ninguno de ellos lo dio. ¿Se puede ser más tonto? Jajaja. Me parto. Esto es como si Cristiano Ronaldo se enorgulleciera más de los goles que falla que de los que marca.

¿Qué teníamos que hacer cuando nos entregaron el pasado miércoles el vídeo? ¿Meterlo en un cajón? ¿O satisfacer el derecho a saber de los ciudadanos? ¿Chalanear con la Comunidad como hacen ellos [“dadnos 500.000 euros en publicidad oficial y aquí paz y después gloria” y, acto seguido, destrozar el pendrive a martillazos]? ¿O practicar el sacrosanto derecho a la información que consiste en que los madrileños conozcan la catadura de su presidenta? Está claro de qué lado nos situamos el miércoles por la mañana. Para The New York TimesThe TimesThe Guardian, el delicioso y no menos heroico Clarín argentino (al que los periodistas a sueldo ponían a parir por destapar las corruptelas de los Kirchner) y cientos de periódicos worldwide fue noticia. Para los trincoperiodistas, no. Me parto.

Como no dan para más, como no han sacado un gran scoop en su triste vida, se dedican a intentar desacreditar la información más importante del año aventurando nuestras fuentes. Esto es como si yo les dijera cómo hace el amor su pareja. Si él o ella grita cuando alcanza el punto G, si le gusta ésta u otra posición o la de más allá, si a él o ella le gusta el sexo convencional o modelo 50 sombras, si como a Trump les pone la lluvia dorada. O si al tuntún elucubrase cuánta pasta tienen en la cuenta corriente, dato que sólo conocen el interesado y el bancario. Vamos, que tendría tantas posibilidades de acertar como de ganar la Lotería. La teoría estrella es que nos lo ha facilitado Ignacio González. Un imposible físico y metafísico. Más que nada, porque la persona que más odia en el planeta tierra es un tal Eduardo Inda que, para más señas, fue quien junto a Esteban Urreiztieta destapó ese dúplex marbellí de 496 metros cuadrados que representa el principio del fin de su carrera política.

El siguiente de la lista es el CNI, organismo en cuyas alturas tampoco gozamos de excesivas simpatías: sus 3.000 agentes nos leen con fruición porque somos los únicos que tenemos información de primera mano de lo que acontece en esa por otra parte necesaria casa. Pero ji-ji-ja-ja, lo que se dice ji-ji-ja-ja, no le hacemos a los de arriba. Por no hablar del caso Bárbara Rey y la cinta con el pinchazo a Don Juan Carlos que publicó Manuel Cerdán hace un año. El siguiente en la lista es Mariano Rajoy, es decir, Génova 13. Hace falta ser desahogado para sostener esa teoría cuando el presidente había decidido ir hasta el final con Cifuentes, cayera o no la Comunidad, con el maquiavélico objetivo de que se retratara Ciudadanos para dentro de un año poder sostener que “votar Ciudadanos es votar PSOE y Podemos”.

Francisco Granados, al que yo destapé en febrero de 2014 su cuenta de 1,5 millones en Suiza y al que los trincoperiodistas también atribuyen el caso del máster, es el cuarto del elenco. De risa porque el ex secretario general del PP madrileño tiene menos papeles que una burra robá (como dicen en el Sur). El quinto es el comisario Villarejo, fuente de todos los periódicos de Madrid y Barcelona, incluido el podemita Público del enemigo de España Jaume Roures. Claro que para que esto fuera verdad tendríamos que haber alquilado un helicóptero, habernos plantado en el patio de Estremera, donde está preso, haber disparado a los guardias civiles que custodian la prisión, haber recogido en segundos el pendrive y habérnoslas pirado en una acción más propia de los Seal que mataron a Bin Laden que de unos simples plumillas. Villarejo tampoco me tiene demasiada simpatía desde que destapé el caso de la doctora Pinto, que le ha costado una imputación en el Juzgado de Instrucción 39. El comisario es, si nos fiamos de los trincoperiodistas, como Dios: está en todas partes, todas las grandes exclusivas de este país salen de él. Jajaja. Me parto.

Menos mal que el viernes desvelamos en rigurosa exclusiva quién nos entregó la celebérrima grabación: Bond, James Bond, el espía más famoso del servicio de inteligencia más prestigioso del universo (el MI6) junto con el Mossad israelí y la CIA. Fue él, quien por órdenes de su Graciosa Majestad Isabel II, eligió OKDIARIO para publicar un documento visual que ha tenido 7,5 millones de reproducciones sólo en esta casa.

Fuera bromas, y más allá de lo que opinen los trincoperiodistas, que bastante desgracia tienen con ser como son (moral y en algunos casos hasta estéticamente), es menester ir al fondo de las cosas. Para empezar, a esa frase que acabaría con el debate envidioso en menos de lo que canta un gallo: “La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero”. El quid de la cuestión es que este documento para la historia nos lo facilitó Agamenón, un tipo normal que nada que ver tiene con los políticos, con las luchas intestinas y que no ha militado en un partido en su puñetera vida. “Se lo doy porque yo, que siempre he votado al PP, aunque me voy a cambiar a Ciudadanos, estoy harto de que los míos empleen mis ideales para forrarse. Yo metí la papeleta de Cifuentes y me siento traicionado, por eso he decidido que lo publiquen ustedes. Y, además, Don Eduardo, a usted le escucho en La Sexta y con Ana Rosa y me encanta lo que dice”.

En uno u otro formato, yo siempre he apostado por el centroderecha cada vez que me ha tocado participar en esa fiesta maravillosa que son unas elecciones. El miércoles no sólo cumplí con mi inexorable obligación deontológica sino que, además, puse en su sitio a quienes tomaron prestados los ideales de millones de españoles para robar a manos llenas. Como insistía José Miguel Contreras en Al Rojo Vivo, las imágenes de Cifuentes en el cuarto oscuro revelan quién es Cristina Cifuentes. Una persona que se mete en el bolso dos botes de crema antiaging Olay de 20 euros por placer y no por necesidad no puede estar al frente de todos los madrileños. ¿Si es capaz de robar 40 pavos quién nos asegura que luego no hará lo propio con el 3% de los 19.000 millones de presupuesto de la Comunidad de Madrid? Tan o más lamentable es la sensación de impunidad psicológica en la que viven. Sabiendo como sabían del mangue en el Eroski, ¿por qué el PP de Madrid la promovió a delegada del Gobierno y luego a presidenta?

El centroderecha sociológico está encantado de que su respaldo al PP en las urnas sirva para mejorar nuestras carreteras, para disponer de hospitales más houstonianos que madrileños como es el caso, para llevar a nuestros hijos a escuelas bilingües y para que se palíe la coyuntura vital de los desheredados de la sociedad. El PP y el día que les toque, Ciudadanos, dan sopas con onda a la izquierda gestionando. Pero el regustillo degenera en asco cuando certificamos que nuestros ideales, nuestro sueño en pos de un mundo mejor y más próspero, se emplea espuriamente para que gente que gana 4.000 euros al mes viva tan bien o mejor que esos presidentes del Ibex que con todo merecimiento se meten entre pecho y espalda 3, 6, 9 ó 12 kilos o que Cristiano Ronaldo.

La obligación que es para cualquier periodista destapar los abusos y las golferías del poder se transforma en una especie de placer cuando al que le sacas los colores es aquél o aquélla al que le entregaste tus ideales para hacer de Madrid, España o Europa un sitio más vivible. La decepción es el acicate que me ha movido a expurgar el latrocinio de los que creía los míos ideológicamente hablando. Profesionalmente actúo siempre con el mismo criterio: la verdad. Pero les engañaría si no les reconociera que hay cierto morbo justiciero en las corruptelas que publicamos sobre los que más se aproximan a nuestros planteamientos ideológicos liberales. No votamos ni a éstos ni a los otros para que se forrasen. Una traición te duele más si es de un padre, una madre, un hermano, una pareja o un íntimo amigo que si proviene del vecino de enfrente. La ética no es de derechas ni de izquierdas ni de centro. Es de todos, un concepto universal. Y tampoco hay corrupción buena y mala. Buena si es de los nuestros y mala si es de los otros. Que nadie se engañe: es nauseabunda, venga de donde venga. Y a mí me duele más si quienes la practican emplean como coartada nuestros ideales. Afortunadamente, ellos pasarán y las ideas quedarán. Menos mal.

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