Podemos: abusos de primera y abusos de segunda

Podemos: abusos de primera y abusos de segunda
Podemos e hipocresía van en la misma acepción de la RAE. Ante su caída en picado en todas las encuestas, el partido que dirige Pablo Iglesias ha tratado de apropiarse de la indignación que sienten millones de españoles tras saberse que la Audiencia Provincial de Navarra ha condenado a nueve años de prisión a los cinco componentes de La Manada después de que la Fiscalía pidiera 22 años para cada uno de ellos. Una exhibición de mensajes en cascada que, sin embargo, no han mostrado en contra de la violación cometida por la ‘manada argelina’, un grupo de diez jóvenes detenidos en Alicante hace ya un mes que forzaron sexualmente a una niña de 14 años durante un día.
A pesar de la extrema gravedad del caso, allí donde los focos y los micrófonos brillan por su ausencia, la intensidad podemita se desvanece. Si resulta ignominioso instrumentalizar políticamente los execrables abusos que sufrió la chica en los Sanfermines, peor aún es dejar de lado otros casos tan graves —o incluso más si es que se puede establecer siquiera la comparación— como el ocurrido en Pamplona sólo porque la atención mediática no esté encima. De esa manera, la formación morada da la sensación de que para ellos hay abusos de primera y abusos de segunda. Una discriminación que sería lo primero a evitar en este tipo de asuntos y que redunda en la intención de cartón piedra que caracteriza casi todas las acciones del Podemos, donde día a día perseveran con ahínco en la denominación de “populistas”.
Anteriormente habían hecho caso omiso a las peticiones de los padres de Diana Quer, Mari Luz Cortés o Marta del Castillo. Todos ellos llegaron casi a rogarles que desistieran de la intención de derogar la Prisión Permanente Revisable sin que recibieran la más mínima atención. Sin embargo, ahora que la mayoría de ciudadanos se ha vuelto contra el fallo del tribunal navarro, sí que han decidido pedir una modificación de la condena. Incongruencias e hipocresías que reflejan el tipo de criterio con el que desempeñan su trabajo en las instituciones. Les da igual el fondo y el contexto, dotar o no de herramientas a los magistrados para que puedan ser más severos y exactos a la hora de hacer su trabajo. Lo único que les interesa es el cortoplacismo político, de ahí que, paradójicamente, no dejen de perder votos. La autenticidad y el compromiso no se fingen, se demuestran.

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