La demagogia no pagará las pensiones

La demagogia no pagará las pensiones

La semana pasada se celebró en el Congreso un debate monográfico sobre las pensiones, su situación actual y su perspectiva futura. Una vez más no se abordó el problema en el ámbito político, sino que todas las propuestas competían en demagogia y populismo. Es cierto que el Gobierno fue quien más mantuvo los pies en el suelo, al repetir, una y otra vez, que si la economía no mejora más no se puede subir más el montante de las pensiones, pero con ello, que es sensato, tampoco ataca el verdadero problema de las pensiones en España, que es el sistema de reparto. El resto de grupos, todos en línea con lo políticamente correcto y con las promesas fáciles de hacer y fáciles de romper: desde afirmaciones que claman por pensiones dignas, pero que no abordan el problema de cómo sufragarlas, hasta las propuestas de volver a revalorizar las pensiones con la inflación.

Mientras tanto, la comisión del Pacto de Toledo prosigue con sus trabajos, pero se suceden las mismas afirmaciones y propuestas que las planteadas en el Pleno: una propuesta de mejores pensiones, más altas y que satisfagan a todos, lo cual puede estar muy bien como objetivo de un mundo idílico, pero antes debería abordarse cómo sostenerlas y cómo garantizarlas. El sistema público de pensiones en España es un sistema de reparto que se ideó en España después de la Guerra Civil, siguiendo los pasos del SOE y el SOVI, pero convirtiendo el sistema en el mencionado sistema de reparto. Es decir, cada cotizante a la Seguridad Social aporta a la misma no para su pensión del día de mañana, sino para pagar la pensión de los actuales jubilados. Es cierto que devenga unos derechos, pero no lo es que dicha aportación va a nutrir una cuenta futura para el pago de su pensión.

Dicho sistema está matemáticamente quebrado. Puede haber manifestaciones, quejas, protestas y debates, pero las matemáticas no fallan e indican la quiebra del mismo. El sistema se ideó cuando la población activa era muy superior en número a la pasiva y había, por tanto, muchos trabajadores por cada pensionista; hoy en día, apenas hay tres trabajadores por pensionista, y la tendencia a futuro es descendente. La esperanza de vida también era muy menor entonces, de manera que al vivir ahora, gracias a Dios, muchos más años, el conjunto de pensionistas se incrementa.

No sirven ya más brindis al sol, más promesas vacías, más juego político. Este tema es serio y debe abordarse, por tanto, con seriedad y respeto, e iniciar ya los estudios que conduzcan a su sustitución por un sistema de capitalización, donde cada cual aporte obligatoriamente a su pensión, donde las pensiones no contributivas vayan con cargo a los Presupuestos Generales del Estado y donde un conjunto de personas, los actuales jubilados, y las que tengan una edad que les hace imposible capitalizar ya la pensión, vean respetados sus derechos ganados con el pago de sus pensiones también vía Presupuestos Generales del Estado. De esta forma, salvaremos el sistema; de lo contrario, la quiebra está garantizada.

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