Revilla: el gran zasca

Revilla: el gran zasca

Que me perdonen mi admiradísimo Paco Martínez Soria y familia, pero la llegada de Revilla al Senado para explicar las cuentas oscuras de su partido regionalista se espera como los viajes a Madrid de aquel cómico irrepetible, aquel actorazo sublime. Solo que aquí en lugar de la gallina el protagonista se podría dejar caer con la caja de anchoas bajo el brazo, y en lugar de la guagua podría tomar el taxi, en la mejor tradición populista que tantas fotos y secuencias propició en un pasado reciente a los pies de la escalinata de La Moncloa. Pero hay una duda más: ¿usará Revilla el ‘pizarrín’ que tantas noches de gloria le ha regalado y tantos shares ha reventado fustigando la corrupción de Bárcenas o Rato o el difunto Blesa para explicar las irregularidades y tejemanejes contables en su entorno?

Porque, vamos al solomillo. Lo que se le exige al locuaz político es que se ande sin rodeos ni parábolas, que no ejerza de vendedor de crecepelo. Se le conmina a que pormenorice por qué su partido ocultó al Tribunal de Cuentas 87.500 euros de gasto electoral en la imprenta de su tesorero; o por qué una directora de su gobierno reconoce que hay “una trama brutal” en el reparto de las ayudas a la dependencia; o por qué dio más de un millón de euros a un grupo empresarial ligado al testaferro de… ¡Iñaki Urdangarin! O por qué entregó más de 400.000 euros en adjudicaciones y ayudas al marido de su directora de pesca. ¡Nada más y nada menos!

Seguro que todas estas actuaciones que han sido dirigidas u ordenadas o promovidas o que han colgado del paraguas del torbellino del Cantábrico están completamente justificadas, han sido éticas y transparentes, están de todo punto fundadas. Y seguro que poco tienen que ver con aquellas otras que, en la tormenta de palabras fáciles de Revilla, han sido obra de mangantes, o de facinerosos,  o de ladronzuelos, o de pícaros con tarjeta black. Sin embargo, ¿cómo se explica su mayúscula sorpresa al ser citado por la Cámara Alta? ¿Entiende que sobre él, a diferencia de lo que ocurre con el resto de representantes públicos, debe recaer algún tipo de inmunidad o impunidad? ¿No tienen derecho los ciudadanos a conocer los guarismos de estos aparentes trapicheos? ¿Entiende que ahora se le puede estar vulnerando su presunción de inocencia, tantas veces vapuleada en sus comentarios respecto de otros personajes investigados y aún no juzgados?

¿Acaso lo que hay en el fondo de esta reacción no es el reconocimiento de que este llamamiento para que deje las cosas claras y el chocolate espeso —muy a su gusto— es un zasca de auténtica antología que le ha estallado en el momento más inesperado? Este fin de semana me decía un íntimo amigo, empresario de éxito pero mucho mejor persona, y hombre muy querido en su tierra —en este caso no Cantabria sino La Mancha— que hoy más que nunca valora ‘la palabra’: “Porque palabra tienen pocas personas, pero verborrea la hay a patadas”. ¡Qué razón tienes, José Luis!

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