La robacongresos debe irse ya

La robacongresos debe irse ya

Ya es jueves 8 de marzo de 2018 y María José Sáenz de Buruaga aún no ha dimitido. El Partido Popular no se puede permitir una dirigente regional de este nivel, encargada de amañar un congreso interno tal y como ella misma reconoce en una grabación. Su comportamiento simboliza algunas de las peores cosas que puede llegar a tener la política. Los dirigentes de Génova 13 deben obligarla a dimitir cuanto antes. No pueden sostenerla ni un minuto más ante su total falta de ética, humanidad y sentido del deber público. En la nueva entrega que les ofrece OKDIARIO, la propia Sáenz de Buruaga reconoce que lo que han hecho «va a tener consecuencias trágicas». No obstante, lo realmente trágico sería que el PP la mantuviera en su puesto. 

Por mucho que la responsable de los populares cántabros acuse a este periódico de «sinvergonzonerías y filtraciones», la realidad basada en pruebas siempre es más tozuda que las pataletas. Carece de excusas tras haber utilizado a Miguelín —persona con el 95% de discapacidad mental— para comprar voluntades políticas ingresando 9.000 euros en su cuenta que después utilizaba con total impunidad. Un acto deleznable se mire desde la perspectiva que se mire. Hasta qué punto no será rotundamente cierto todo lo que cuenta OKDIARIO que incluso Ganemos Santander —marca blanca de Podemos en la región— pide que se investiguen los pagos del PP a los afiliados fantasmas en Cantabria. 

Un hecho que podría acarrearle una multa de 600.000 euros a la formación popular por haber hecho 511 pagos mediante la cuenta de Miguelín. Si María José Sáenz de Buruaga quería ostentar el poder omnímodo de la formación en Cantabria, debería habérsela ganado con trabajo. No con estas trampas que lo único que hacen es, además de definir su vileza, dañar la imagen de marca del partido al que representa. Los dirigentes de Madrid deben tomar una decisión rápida y sin miramientos sobre los de Santander. Al frente del PP cántabro no puede estar alguien que ha hecho de su gestión una constante indignidad además de un ejercicio de lacerante falta de ética y moral. La política en España necesita buenos gestores, no sinvergüenzas sin escrúpulos.

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