Oxfam Intermón era una vil mentira

Oxfam Intermón era una vil mentira

Oxfam Intermón da lecciones morales en España cuando su delegación en Gran Bretaña organiza orgías con víctimas del terremoto de Haití, incluso con menores. Son capaces de hacer de nuestro país un mapa de la miseria semejante al de la India con tal de ver florecer su negocio cuando sus dirigentes internacionales están vinculados con una trama de corrupción en Guatemala. Hablan de pobreza y desigualdad dentro de nuestras fronteras, pero sus ejecutivos blindan sus contratos para salir con un colchón suficientemente mullido cuando abandonen la empresa —empresa, no ONG—. Una cantidad como para mirar desde una cómoda distancia las dificultades a las que se enfrentan el resto de mortales. Esa es la hipocresía en la que vive sumida esta organización que, como ha demostrado tras los hechos revelados por The Times, son cualquier cosa menos un ejemplo de conducta y comportamiento. Lamentablemente, y como podemos ver, España no es ajena a su fatuidad demagógica. 

Oxfam Intermón trata de poner en entredicho la innegable recuperación económica de nuestro país a través de informes tendenciosos. Una pena que intenten convertir la bonanza en carencia. Más si cabe cuando sus estructuras están llenas de inmundicia. Su lema fundacional —»Trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento»— vale menos que el papel mojado tras todo lo publicado en las últimas fechas. Una vez descubierto lo acaecido en Haití en 2011, no se pueden permitir la más mínima lección de nada. Las «orgías dignas de Calígula» borran cualquier atisbo de legitimidad. Orgías que, además de ser pagadas con los fondos de la propia ONG, se aprovecharon de la indefensión y la miseria que dejó tras de sí el terremoto. Acuciados por la necesidad, las víctimas no tuvieron otra salida que participar de aquellos excesos. Un comportamiento deleznable en unos ejecutivos —que no activistas— que se valieron de un contexto paupérrimo para saciar al máximo sus vicios. Todo lo contrario de lo que debería ser una organización no gubernamental de cooperación para al desarrollo.

De nada valen ahora las disculpas. Especialmente cuando han trascendido varias denuncias que señalan que «niñas menores de edad pudieron haberse visto afectadas». Una ONG es cualquier cosa menos esto. Oxfam se había convertido desde hacía tiempo en una gran empresa —más que en una organización que luchara contra la miseria— donde sus responsables tenían contratos propios de empresas multinacionales. Además, a medida que avanza el caso, surgen elementos más sangrantes. Un ejemplo es el de Helen Evans, una trabajadora que puso en conocimiento de la dirección lo que ocurría en Haití y que, sin embargo, fue totalmente ignorada. Por si fuera poco, el presidente de Oxfam Internacional ha sido detenido por un caso de corrupción en Guatemala. Ese es el nivel de una ONG que en España se dedica a alarmar y emborronar los méritos económicos que día a día, y con sumo esfuerzo, se han logrado gracias a todos los españoles. La generosidad de los ciudadanos no puede estar en manos de gente así.

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