ETA y sus cómplices morales: ni olvido ni perdón

ETA y sus cómplices morales: ni olvido ni perdón

Se cumple esta semana el vigésimo aniversario del asesinato del matrimonio Jiménez Becerril a manos de la mugre etarra. 30 de enero de 1998, una fría noche sevillana rota por varios disparos cobardes, mezquinos, miserables. Dos vidas destrozadas, quizá más. Cuántas sonrisas partidas, cuántos abrazos sajados, cuánta vida amputada, qué cantidad de silencios cómplices y cuán innumerables son las miradas para otro lado. Y frente a ello, cuántos millones de gargantas emocionadas, partícipes del dolor, justas, claman contra la amnesia, levantando una inmaculada bandera donde reza: ¡NI OLVIDO NI PERDÓN! Las nuevas generaciones no son conscientes del inmenso dolor que ETA produjo y desconocen la existencia durante más de 40 años de una banda mafiosa de extrema izquierda que truncó la vida de centenares de españoles por el mero hecho de serlo. Qué lastre arrastra esta sociedad por no transmitir que nunca debe olvidarse la memoria de las víctimas, pero tampoco la catadura moral de quienes amparan y justifican a sus verdugos.

Los cómplices morales. Los que se niegan a participar en el homenaje al matrimonio asesinado, sectores del hipócritamente llamado “nacionalismo moderado”, parte del abyecto clero vasco y parte de la sociedad de “Euzkadi”, parte de una sociedad enferma. Como los que se prestan a la futilidad amilanada e impostada llegando, ignominiosamente, a abrazarse para la foto con Otegi y seguir abrazados hoy, como si nada hubiera pasado. Enfermos todos aquellos que continúan manteniendo que la barbaridad etarra tuvo “efectos positivos” mientras critican y censuran el honrado y necesario deseo de justicia que cada cierto tiempo, desde una prudencia envidiable, reclaman las víctimas. La herida imperecedera que causaron ETA y sus cómplices directos e indirectos nos obliga moralmente a no tener que perdonar ni olvidar, pues se buscó un exterminio contra militares, policías, guardias civiles, empresarios, funcionarios, hombres, mujeres, niños… toda la sociedad.

No podemos permitir el olvido. ETA debe estar presente en la memoria de todos los españoles por teñir de sangre nuestra nación. Debe existir en nuestras conciencias por lo menos hasta que se resuelvan todos los asesinatos que cometieron y se cumplan las condenas integras, hasta que no pidan perdón y paguen las indemnizaciones, y sin duda, hasta que no salgan de las instituciones y se proceda a la ilegalización de todos los partidos que la representan o apoyan. Y para ello es necesario el coraje político, la firmeza y el apoyo unánime a las víctimas. Que muchos dejen de ponerse medallas hediondas. Quien acabó con la ETA activa y asesina fue la Guardia Civil y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. No fue la “sociedad civil vasca” pues muchos de estos que hoy se supone la conforman, comulgan con los criminales, respaldan sus tesis, justifican sus desmanes y hacen apología del espanto.

Ni olvido ni perdón. No existe la paz sin justicia. No vale una paz roñosa que pretenda mercadeos bajo el precio de la impunidad.  No hay nada peor que la indiferencia moral y la equidistancia, por lo que no caben las medias tintas. Si, esta es la verdadera y necesaria “Memoria Histórica”, pero gritando bien alto que la reconciliación verdadera pasa por pedir perdón, compensar los daños causados y asumir sin complejos el peso de la ley. Señores, en 1975 España estaba reconciliada. 40 años después es hora de recordar el inmenso dolor provocado por unos asesinos y sus cómplices. Y quien practicó el terror debe antes ayudar a esclarecer todos los crímenes y procurar el castigo de los culpables. Siempre con el ejemplo constante de las víctimas, con su dignidad como divisa. Siguiendo el camino forjado con recuerdos, desconsuelos, silencios y lágrimas. Escoltando su memoria. Como dijo Alfredo Zitarrosa, cantante y compositor uruguayo: “Porque hay olvidos que queman y hay memorias que engrandecen…”.

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