Teresa Rodríguez: reina republicana

Teresa Rodríguez: reina republicana

María Teresa Rodríguez-Rubio Vázquez tiene nombre de reina. De reina republicana, eso sí. Y como tal merece que la traten, de usted. Al nivel de la autoridad que es y en el tono de servidumbre que entiende Doña Teresa que los periodistas debemos utilizar para dirigirnos a ella —sobre todo si de afearle conductas se trata—. En su inmensa magnanimidad de maestra ha tenido a bien esta semana ilustrarnos —vía red social que el abolengo no está reñido con la modernidad— sobre el código de urbanidad básico para cuando la prensa deseemos interpelarla. ¿Quién osa tutearla?, se pregunta airada y soberbia. ¡Que le corten la cabeza!

La emperatriz de corazón tricolor y alma anticapitalista reivindica el lugar que le corresponde y su carácter indispensable. En Podemos se preparó a conciencia desde el activismo callejero —dejando la pose para hacerla profesión— . La misma que ascendió a los altares del partidismo con el único milagro a sus espaldas de quemar en la hoguera monigotes de ministros y retratos de monarcas, la que advierte a Felipe VI que un día habrá de pagar por su “mandato de sangre” rebajándole con desprecio al trato de ciudadano, espera que le hagamos la reverencia.

¿Necesitará Su Excelencia un espejo para mirarse y recordar cuando el protocolo le parecía un gasto prescindible? ¿O deberá algún consejero real recordarle que las buenas costumbres y el trato educado son anacronismos más propios de fachas? ¿Qué opinará entonces la Eminentísima e Insigne diputada andaluza sobre que el líder de su partido acuda a los actos institucionales en mangas de camisa, vaqueros y sin corbata? ¿Acaso que alguien le explique que la autoridad y el respeto no son cuestión exclusiva ni implícita de un cargo sino que se ganan demostrando con la experiencia y el buen hacer que son dignos de merecerse?.

Teresa Rodríguez ya no es pueblo. Quién la ha visto y quién la ve. Ser elegida —que no electa— la ha cambiado para siempre. Para qué esforzarse ya en disimular la verdadera naturaleza de quien está pero nunca ha sido. Tocar poder es lo que tiene, aflora el caudillismo, envía a la papelera del reciclaje político los archivos de la humildad y resetea los ficheros del discurso amable y conciliador que utilizaba la cúpula de su partido —hace no mucho tiempo— para pedir el voto a la gente. “La Gente” que ha llegado a las instituciones y tiene la piel tan fina como la memoria. Lejos queda el tiempo en que Doña Teresa se postulaba a candidata del cambio y reemplazo de la malvada casta tradicional, instando a que se le hablase y tratase como a una más. Más de lo mismo o incluso menos. Ninguna sorpresa. La “nueva política” de Podemos era finalmente esto. Reemplazar a los de siempre para entronizarlos a ellos.

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