Paco Camps: confesiones de un hombre linchado

Paco Camps: confesiones de un hombre linchado

Francisco Camps Ortiz (Valencia, 1962) pulverizó los propios records electorales de su partido catapultando al PP valenciano con un insólito hat trick de legislaturas y mayorías absolutas hasta el 2011. La última de ellas abrió en canal a la izquierda valenciana al lograr hasta 55 escaños a pesar de su imputación por el asunto de los trajes tras la acusación de un PSPV que desde hacía largo tiempo se encontraba crediticia y electoralmente en estado paliativo. Sin embargo, los socialistas sí fueron capaces de emprender una persecución encarnizada contra el ex presidente de la Generalidad Valenciana fuera de la sala judicial a lo largo de casi una década a partir del doblete exculpatorio de Camps. Aquella expiación penal fue coronada por un jurado popular al que los socialistas llegaron a tildar de “injusto” en una clara profanación política de la providencia judicial. 

Tomar partida por la defensa de Camps tras la grotesca autopurga de El Bigotes y la inculpación del expresidente por el propio Costa, asegura la agresión verbal para el partidario mediático. En una especie de experimento social, servidora va a penetrar estos días en una especie de No Go Zone en la que una mujer puede cosificarse a su antojo como vendida, corrupta en coautoría, o como una “concubina del pepero”, como me bien me explicó el otro día un amable “caballero” a pesar del sacrosanto respeto a esa cosa del género.  Mala elección si lo que buscas es consagrarte como rutilante tertuliana que sirve cholas sobre la mesa de un plató de televisión con la pericia de la exparienta de algún juez estrella sabedora de que es ahí donde realmente se trituran vidas públicas y donde se conmutan ahora las penas.

Pero todo eso ya lo venía sufriendo Camps mucho antes del súbito arrepentimiento inducido de Crespo, Pérez y Costa por una fiscalía anticorrupción que representa la degeneración de parte de la justicia española. Esa parte prestada al trapicheo, a la negligencia, al adocenamiento, a la corrupción de los anticorruptos de bautizo político. Al ajusticiamiento en esa cosa artificial que inauguró La Charito del podemismo que era Carlos Jiménez Villarejo. Y de ese órgano ad hoc históricamente al servicio de la izquierda cuenta el propio Camps que dos de sus funcionarias “se abrazaron llorando y lamentándose a la vista de todos” el día en que éste fue absuelto.

Añadan a los “mini Villarejos” el desprestigio derivado de sus continuas filtraciones a periodistas de cabecera de la izquierda. A tenor de ellas, el abogado de Camps se confiesa “muy preocupado por las publicaciones de estos días atrás en un medio digital afín al PSPV. En concreto se refiere a la filtración de una citación judicial a nombre del ex presidente de la Comunidad Valenciana por el caso de la Fórmula 1 subida a dicha cabecera mucho antes de que ésta llegara a manos de su propia defensa”. Aquella pieza iba firmada por la periodista de tribunales Loreto Ochando, quien tras las declaraciones de Crespo de la semana pasada sentenciaba a Camps como si fuera la nueva jefa de la Fiscalía hiperhormonada: “Camps no está sentado en el banquillo gracias a la prescripción de sus delitos. Nuestro trabajo es acabar con él. Al menos mediáticamente. Ese es nuestro trabajo. Judicialmente ya lo hará el caso de la Fórmula 1”. Acabar.

Nada nuevo en Valencia. “Esa era la cotidianidad “campsista” durante los años en los que se forjó Compromís mediante sus prácticas borrokas. Casi constituida como milicia reservista en la famosa Intifalla”. En puerta del refugio de Camps y la propia casa de sus hijos. Licenciados primigenios y expertos que, en la lid profesional de la supervivencia al acoso practicado eruditamente por el partido nacionalista grababan los escarnios programados desde la azotea. Entonces los de Oltra eran marginales en el parlamento valenciano. Sus conmilitones estaban escondidos en los movimientos sociales y grupúsculos de la izquierda radical pancatalanista asociada con las CUP. Era la época en la que la ufana lideresa de las camisetas se sentaba en banquillo como imputada por desobediencia a la autoridad en las revueltas de El Cabañal de 2010. “Oltra partió del acoso con batucada al palco de la “reina de la noche”.

Hasta ahora la única culpabilidad de Camps demostrada dentro y fuera de la sala es la de su equivocada relación con la España hortera encarnada en el Bigotes. Un tipo tosco con tono y apariencia de trapicheador de patio carcelario que el otro día pasó más tiempo en la excusa de su incontinencia prostática que en la delación articulada por los beneficios pactados con la Fiscalía Anticorrupción. Hace mucho que Camps es recluso. En la enferma hemeroteca y mediatizado foco de la izquierda. Hoy también en el acento huidizo de Rajoy. En parte por su peligrosa capacidad innata de despreciar al enemigo político y por su falta de complejo al atacar a las vísceras de la bestia. Todavía hay en día cuando a su partido ya le resulta imposible combatirla y hasta reconocerla.

Hoy Camps asegura que, “cuando en 2012 él ya no tenía cargo alguno, Costa debió haber denunciado los hechos delictivos sobre los que hoy ha reconocido que era plenamente consciente por la obediencia debida a su cargo”. Denuncia que “durante toda la instrucción en el TSJCV el juez nunca me ha imputado. En todo ese proceso nadie me ha acusado, y ni siquiera he sido propuesto como testigo. Ahora, en el trámite de juicio oral, se intenta involucrarme mediante insidias y calumnias, contradiciendo al juez instructor, y acusándome de hechos inciertos que me generan una evidente indefensión pública y social. Cuestión que he puesto en conocimiento de mi abogado para las acciones pertinentes contra los que estos días me han calumniado en aras de la salvaguarda de mi honorabilidad.” Subraya Camps dos hechos sucedidos hoy que, a su juicio, constatan que Pérez, Costa y Bárcenas eran un equipo: el primero sucedió cuando el abogado de Rambla ha preguntado a Costa si durante estos años había estado manteniendo económicamente a Álvaro Pérez. El segundo tuvo lugar cuando el propio Costa confesó haber avisado a Bárcenas de irregularidades sobre la financiación en lugar de informar a Camps, quien entonces era presidente del partido.

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