Europa abre 2018 entre interrogantes

Europa abre 2018 entre interrogantes

¿Seguirá siendo Alemania el país que guíe la andadura europea y que ejerza el liderazgo? En tal caso, ¿con qué gobierno y cómo, bajo la égida de quién? ¿Está Angela Merkel amortizada como líder de Europa y cederá el testigo al joven presidente galo Emmanuel Macron? De las respuestas a estas dudas dependerá el futuro inmediato del continente. Quizá no cambie sustancialmente, pero sí nos dejará claro por donde irá el rumbo, y hacia donde soplará el viento. Entretanto, las próximas semanas vivirán el baile electoral en Italia bajo la alargada sombra del sempiterno Silvio Berlusconi, incombustible. Los movimientos populistas en Italia tal vez hagan rebrotar ínfulas de tal calibre por todo el continente que forzarán a los gobiernos tradicionales a enfrentarse, entre otras, a medidas que rompan sus coordenadas habituales y sus referencias en las respectivas políticas económicas, viéndose obligados a ceder a las reivindicaciones de las masas.

En juego estará entonces el orden y concierto de las finanzas públicas, el cumplimiento del déficit público, los frenos en la acumulación de deuda de las administraciones públicas, el incremento de gasto social abjurando de los recortes impuestos por las políticas de austeridad, y las exigencias de la gente por unos mejores trabajos y unas remuneraciones acordes con el coste de la vida en un período en el que las clases medias cada vez se sienten más perjudicadas por unas ajustadas y contenidas compensaciones salariales que les hacen perder capacidad adquisitiva. 2018 será un año especialmente intenso en la fase culminante de la negociación del Brexit, en el juego de las compensaciones económicas a cargo de Reino Unido y en cómo quedará la relación entre los británicos y la Unión Europea, sobre todo respecto a los ciudadanos y a los movimientos de capitales así como al marco de las relaciones comerciales.

No me olvido de España, cuyos interrogantes no solo son varios sino muy intensos por más que aquí los plantee a vuela pluma. Cataluña es el extremo hoy por hoy más relevante y constituye una situación muy delicada no solo por cómo afectaría una repetición de la vía unilateral de la independencia a la propia Cataluña y a España entera, sino por el trasfondo económico que, a medio y largo plazo, erosionará su economía. Las dudas surgen cuando se piensa en si hay capacidad de diálogo por ambas partes, digamos Barcelona y Madrid, y si los interlocutores son válidos para encontrar soluciones o, por el contrario, las cosas seguirán en vía muerta con el daño que eso provocaría a la propia Cataluña y a España. La negociación de los Presupuestos Generales del Estado para 2018, año que arranca con prórroga presupuestaria, constituye otro extremo muy sensible. Si otras fuerzas políticas dan su apoyo al Gobierno, tendremos tranquilidad; de no ser así, la legislatura, aun cuando se niegue, entraría en su fase terminal con un paquete de reformas pendientes y que España necesita encarar para fijar con firmeza su rumbo para los próximos años.

Porque acá tenemos el puzzle de las pensiones que sobreviven a base de mayor endeudamiento ante la escasez de ingresos de la Seguridad Social para cubrir los gastos que se disparan, máxime con las nuevas hornadas de jubilados con elevadas pensiones. Por añadidura, otro crucigrama de envergadura con el que devanarse los sesos y en clave positiva, donde debiera predominar el sentido común: la financiación autonómica qué si ya de por sí supone un asunto espinoso, actualmente con el trasfondo de Cataluña, de un lado, y el cupo vasco, por otro, el contencioso se agrava. Téngase en cuenta que las Comunidades Autónomas apechugan con el grueso del gasto de sanidad, educación y protección social y además varias autonomías cargan con la pesada mochila de una deuda voluminosa por más FLA —Fondo de Liquidez Autonómica— puesto en marcha, a la vez que sus gastos en funcionamiento como una réplica del Estado suelen ser de enjundia. En definitiva, que para este 2018, si bien en lo económico las cosas están bastante despejadas, tenemos por delante un completo surtido de riesgos, dudas e interrogantes tanto en el plano internacional, europeo como español que confirman aquello de que la política seguirá marcando el rumbo económico.

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