Los chicles deben pudrirse en la cárcel

El chicle
José Enrique Abuín Gey, alias 'El Chicle', autor confeso de la muerte de Diana Quer.

No sé si lo de Pablo Iglesias es vesania o miserabilidad, términos excluyentes por cuanto si se es lo uno es imposible ostentar la segunda condición. Servidor lo tiene meridianamente claro: su ruindad no tiene límites. Las explicaciones que dio anteayer frente a los leones de las Cortes son para mear y no echar gota: “La prisión permanente revisable no es justicia, es venganza”. No sé cómo lo hace pero el político de los piños color carbón posee un don natural para ponerse siempre del lado de los malos. Primero fueron los etarras, luego los asesinos Chávez y Maduro, más tarde los ayatolás que cuelgan en grúas a homosexuales y lapidan adúlteras y ahora más por omisión que por acción, el tío más repugnante de España, El Chicle, una inmundicia humana que ojalá Satanás llame a su vera más pronto que tarde.

Alberto Ruiz-Gallardón tiene ante sí un futuro procesal complicado por la cantosísima compra de una empresa colombiana a través de esa madre de los paraísos fiscales que es Panamá. Lo cual no quita para reconocer que fue un buen ministro de Justicia, además del mayor talento que he conocido en la vida pública española en muchísimo tiempo. La prisión permanente revisable ha permitido que, parafraseando a otro grande, Felipe González, la crueldad infinita se pudra en la cárcel. Para que gentuza como el asesino y tal vez violador de Diana Quer no vuelva a pisar la calle nunca jamás. Para que terroristas como los de La Rambla se vayan entrenando en la tierra antes de pasar la eternidad en el infierno. Garantiza tranquilidad a la sociedad. Permite que un malnacido como José Enrique Abuín se pase encerrado 25 años como mínimo y que, una vez cumplida esta parte de la pena, y no antes, se revise su situación. Por cierto: una figura idéntica o análoga a la cadena perpetua que en realidad es la prisión permanente existe en Francia, Alemania, Italia, Bélgica y Reino Unido.

Un servidor cree en la reinserción pero no como un derecho ni una realidad absoluta. Entre otras razones, porque en una democracia no hay derechos absolutos. Y en la vida las realidades absolutas son imposibles físicos y metafísicos. La imbecilidad de la corrección política nos ha llevado a concluir que, por muy perverso que sea, todo hijo de vecino puede cambiar. Que un individuo más malo que la quina puede transformarse en un ciudadano ejemplar. Antonio Anglés, El Chicle, el pederasta de Ciudad Lineal, el asesino o los asesinos de Marta del Castillo o los yihadistas del 17-A (afortunadamente, pasaportados a la otra vida) son individuos irrecuperables. Que nadie se engañe. ¿Acaso es reinsertable en la sociedad José Bretón, el militar cordobés que mató e incineró a sus hijos, Ruth y José? ¿O Santiago del Valle, el pedófilo que asfixió a Mari Luz Cortés después de que la pequeña de seis años se resistiera a ser violada?

Lo de Santiago del Valle tiene bemoles. El hombre que segó la vida de Mari Luz fue condenado en 2011 a 22 años de privación de libertad. Lo cual permite aventurar que, como quiera que cometió el crimen en 2008, será puesto en libertad en 2022, año arriba, año abajo. La laxitud del hasta 2015 hipergarantista Código Penal y la inexistencia de la prisión permanente permitirán que este hijo de puta, que comenzó su maldita carrera abusando sexualmente de su propia hija, circule libremente por nuestras calles. Que no está reinsertado lo demuestra el terrible hecho de que desde Herrera de la Mancha, donde cumple pena, ha intentado contactar con menores. Si Dios no lo remedia mandándolo antes al más allá, volverá a ser un peligro para nuestras hijas a no mucho tardar.

A Miguel Carcaño, el asesino convicto de Marta del Castillo, también le saldrá baratito el crimen. Los 20 años que, increíblemente, sólo se le impusieron permitirán que deambule por nuestro país como si tal cosa allá por 2025. Cuando se le sentenció no había prisión permanente revisable ni nada que se le pareciera. Y, para colmo, sus más que presuntos compinches se fueron de rositas. Más allá de todo eso, el arriba firmante se pregunta si está reciclado moralmente un tipejo que se niega a confesar dónde están los restos de la desventurada muchacha. Y, mientras este pájaro calla, Eva Casanueva y Antonio del Castillo continúan sin poder enterrar a su hija. He aquí otro estremecedor ejemplo de que la prisión permanente no es un capricho sino más bien una necesidad social y que oponerse a ella es conceder ventajas a los peores delincuentes. A gente que nació para el mal. A gentuza que a la mínima oportunidad que tenga, volverá a matar o a violar.

Comprenderán que me resulte repugnante que todo el arco parlamentario menos el PP esté intentando abolir un cambio legal que permite desde hace tres años que un yihadista que mata en masa, un sicario, un psicópata o un pederasta asesino tengan que vivir el resto de su vida en los 10 metros cuadrados de una celda compartida. Su buenismo es gasolina para especímenes clónicos de Carcaño, Santiago del Valle, José Bretón o el imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty. El triunfo de su ingenuidad provocaría que El Chicle fuera libre como un pájaro antes siquiera de cumplir los 60. Habrá que preguntarle a Urkullu y Ortuzar, promotores de este intento revisionista, por qué quieren favorecer implícitamente a la peor ralea del género humano. ¿No son padres o abuelos?

Menos aún entiendo que Ciudadanos, formación fresca y habitualmente cero acomplejada, se haya metido en este berenjenal con una abstención a la propuesta del PNV que ninguno de sus millones de seguidores entiende. En estas cuestiones, querido Albert, o estás a favor o estás en contra. La equidistancia es imposible. Ponerte de perfil es respaldar involuntariamente una norma que favorece a desechos humanos como El Chicle. A malos de maldad que violan y quitan la vida a menores, a terroristas yihadistas o a despojos nacidos para matar. Tú verás pero más vale ponerse una vez colorado que ciento amarillo. Tu votante natural no te perdonará que no des marcha atrás en una cuestión que es purito sentido común.

Cruzo los dedos para que este favorcete a los peores delincuentes no salga adelante. Para que finalmente impere la cordura donde sólo hay demagogia barata, buenismo y esa gilipollez supina que es la corrección política. Porque sin seguridad no hay libertad y sin libertad no hay democracia. La prisión permanente revisable hizo del nuestro un país más seguro y, desde luego, más justo. Pongo punto y final formulando en voz alta una tan terrible como pertinente pregunta a sus señorías. Interrogante que ojalá nunca se haga realidad: ¿les gustaría ver al asesino violador de su hija o al terrorista que ha mutilado a su mujer o a su marido en la calle en tres lustros? ¿O prefieren que se se pudra en la cárcel? Dios quiera que no te pase, querido Pablo, pero si te ocurriera, ¿preferirías que el que ha matado a tu hija salga en 15 años y vuelva a las andadas o termine sus días en Soto del Real?

A los escépticos les recuerdo lo que ha ocurrido con cuatro incurables violadores: el del ascensor, el del estilete, el del portal y otro sin apodo pero igualmente peligroso llamado Antonio García Carbonell. Se adelantó su libertad tras la derogación de la maravillosa Doctrina Parot (obra del actual fiscal general), salieron a la calle y volvieron a abusar sexualmente en repetidas ocasiones. No sé por qué pero el buenismo siempre acaba favoreciendo a la escoria de la sociedad.

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