C’s, PSOE, PP: acción, reacción, inacción

C’s, PSOE, PP: acción, reacción, inacción

La política es ese tablero de ajedrez en el que el siguiente movimiento está pensado para el que vendrá tres o cuatro jugadas después. Entremedias, esperas que el adversario no se dé cuenta de la jugada y anule tu estrategia. Ocurre que cuando el tablero de ajedrez está en continuo movimiento y la posición de las fichas se altera a cada cambio de mesa, ninguna táctica es lo suficientemente válida como la mímesis camaleónica, esto es, adaptarse al contexto y adoptar como única ideología la del pragmatismo conveniente, que viene a ser lo mismo.

En la permanente campaña de la política española, Ciudadanos tiene ahora el músculo de la euforia y está capitalizando a ese votante sin dueño que unas veces te da y otras te quita, sin avisarte del abandono sociológico. Ahora crece desde la acción y ya no sólo desde el eslogan. Transforma sus ideas en estrategia proactiva, llevando a la calle lo que dice en los medios y traduciendo en normativas y acuerdos lo que predica en las redes. Se ha hecho fiable y confiable. Pero sigue siendo un partido cultivado desde el estado de ánimo, al menos hasta que se dote de estructura en esa España rural donde aún no compite. Mientras tanto, debe cuidar ese nicho camaleónico y flexible de voto y recordar que sus mejores éxitos han sido allí donde las encuestas siempre le daban peores resultados de los que al final obtuvo (Cataluña).

El PSOE es la reacción al contexto. Ahora que Podemos enfila sin remisión la pendiente del ocaso, Sánchez decide cortejar de nuevo a Ciudadanos, reflejo post mortem de aquel pacto de la pantomima de febrero de 2016 con el que intentaron formar un Gobierno imposible. Si el CIS decide centrar la preocupación del pueblo en el paro, Pedro articula su habitual discurso de clases. Si el militante quiere más jaleo, Sánchez manotea con la hoz y perfila con el martillo. Si el votante socialista está preocupado por la unidad de España, allá que agitamos el patriotismo federal, constitucional o constitufederal. El PSOE ya no es la suma de barones, sino la ausencia de galones, mientras mira al país mutar en centroderecha.

Mientras tanto, el PP se sacude la cizaña de los sondeos con flagelo y preocupación. Necesita una profunda revisita a sus valores, que ha perdido en una suerte de contemplación budista que pone paz a todo lo que se mueve. Los votantes de derecha son más afines a los principios que al jaleo interno y canalizan sus críticas en silencio, buscando acomodo de despechado en casa ajena. El despiporre se lleva mal con el segmento liberal-conservador, que no se caracteriza por ser un votante activo sino más bien todo lo contrario, reduciendo su participación política al día de la elección o a la convocatoria de movilizaciones concretas. Pero ese votante, hasta hoy cautivo, empieza a cansarse de la parsimonia como forma de estado y del tratamiento cursi de cada crisis. Decía el restaurador Silvela al respecto que lo indisculpable en la cursilería es la contumacia y complacencia en ella.

En Génova insisten en obedecer al chamán tranquilo que, como buen curandero, receta con la herida ya consumada. Necesitan pasar del sofismo tecnocrático al discurso válido por su amplitud social y perenne por su firmeza ideológica. Conociendo a Rajoy, llevará la legislatura hasta su agonía, buscando que la próxima convocatoria de elecciones generales le pille a Ciudadanos en la parte baja de la montaña rusa. Con ello y un poco de mensaje económico de mejora, aspira a conservar a los suyos. Pero si continua este año en la inacción perpetua, le hará falta algo más que la combinación de miedo y tradición. Ya ni siquiera eso funciona del todo en política.

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