Cuando hagan la renta, tomen nota

Cuando hagan la renta, tomen nota

De nuevo la Iglesia al servicio de los golpistas. De nuevo un templo para reivindicar las soflamas de los que quieren romper España y hacen de sus manifestaciones una constante contra la legalidad vigente, un atropello de la Constitución. Esta vez la excusa ha sido la celebración del 25 aniversario de casados por parte de la mujer de Joaquim Forn. Una ceremonia sin sentido, ya que su marido está en la prisión de Estremera desde el pasado 2 de noviembre por su participación en el golpe. La pantomima de esta noche, por tanto, a mayor gloria del “talibán del independentismo» Forn, sólo ha sido un ardid para, en compañía del capo Jordi Pujol y su mujer Marta Ferrusola, hacer de la sedición el canto más oído en la Iglesia del Sagrado Corazón de Barcelona. Continuar con el desafío al Estado cuando quedan nueve días para las elecciones autonómicas. 

Para que nadie tenga dudas de la naturaleza de esta celebración, en la decoración del templo han destacado sobre cualquier otro elemento los lazos amarillos a favor de los golpistas. Una prueba más de hasta qué punto el silencio connivente de la Conferencia Episcopal en todo el tema catalán ha dado alas a la ponzoñosa propaganda de los sediciosos. Excepción hecha del obispo emérito de Madrid, el cardenal Rouco Varela, quien dijo en una entrevista con Emilia Landaluce que «no se puede romper una comunidad política legal si se vive cristianamente», la práctica totalidad del credo ha mantenido un alarmante silencio en el mejor de los casos. A veces, incluso, las palabras desafortunadas se han convertido en protagonistas. Así fue el caso del propio presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, quien denominó como «conflicto catalán» lo que realmente es un ataque flagrante a todos los españoles. 

Los independentistas no sólo han tratado de subvertir el orden constitucional, además han perseguido durante años a todos aquéllos que hablan español y cumplen los preceptos de la Carta Magna. Por tanto, que la Iglesia preste su colaboración a este tipo de personas resulta muy difícil de entender. De seguir por esta línea, millones de ciudadanos se cuestionarán el hecho de contribuir con sus impuestos a una confesión que apoya, por acción u omisión, a aquéllos que cercenan con su sinrazón la libertad de las personas. La Conferencia Episcopal debería reconsiderar su postura. Al fin y al cabo, la Iglesia católica es la confesión mayoritaria de nuestro país. Un símbolo y un patrón de comportamiento para muchas personas que, tras los últimos meses, se cuestionarán si siguen apoyando o no con sus impuestos un proyecto alineado junto a  los que van contra ley.

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