¿Y quién atiende a la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles?

¿Y quién atiende a la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles?

Soy de los que piensan que dedicamos demasiado tiempo a hablar de las pretensiones nacionalistas, las iniciativas nacionalistas, las obsesiones nacionalistas… y los nuevos planes nacionalistas. Los tenemos a todas horas en todos los lugares: los leemos y los escuchamos y hasta sabemos cómo se mueven. Rufián es nuestro payaso de cabecera y otros, simples presentadores o periodistas estrella, pasan por intelectuales. A algunos los nacionalistas nos indignan… mientras que otros muchos viven obnubilados, presos de tanto sermoneo barato y tanta propaganda. Los tenemos hasta en la sopa y les damos cobijo mediático y subvenciones públicas. Estudiamos cada nueva propuesta con la que nos amenazan —nación foral, estado libre asociado, estado confederal o estado independiente— y nos aprendemos rápidamente sus nombres y sus términos. Incluso nos prestamos rápidamente a ofrecerles nuevas propuestas y ofertas para contentar a quienes viven en el permanente descontento: federalismo asimétrico, nación de naciones, plurinacionalidad y, llegado el caso, nuevos pactos fiscales para abundar en la desigualdad ciudadana que ya padecemos.

Se plantea modificar la Constitución Española no para regenerar la democracia, reformar la ley electoral o hacer que la Justicia sea realmente independiente… sino para colmar los deseos de quienes quieren romper España. Para que haya tema al que no dejemos de dar vueltas… basta con que lo proponga un partido político nacionalista. La cuestión se convierte automáticamente en problema de Estado. Les prestamos muchas más horas de atención que a los parados, a los desahuciados, a los jubilados con pensiones miserables o a los jóvenes que sobreviven con sueldos de penuria. Es curioso que, habiéndoles dedicado y dedicándoles tanto tiempo, no terminemos de conocerlos. Extraña que nos extrañemos tanto de cómo se las gastan. Y de que vuelvan una y otra vez a la carga. Quien tiene un plan no teme por los planes de sus adversarios o contrincantes o al menos teme solo lo estrictamente necesario.

Una cosa es desbaratar sus mentiras cotidianas; otra, no hablar de otra cosa. Por lo que veo, algunos de los responsables de estar donde nos encontramos ya se ofrecen como solución a la peste nacionalista: el PSC, sin ir más lejos, nos ofrece transversalidad catalanista para sofocar el golpe independentista contra la democracia. Habrá miles de despistados que se crean semejante engendro. Y otros, condescendientes con los nacionalistas, se nos ofrecen como garantes de la unidad de España. En política, casi siempre, basta con tener memoria. De momento no veo a ninguno de los grandes partidos políticos supuestamente constitucionalistas pedir que el Gobierno de España recupere la Educación como competencia del Estado. O que se supriman el Concierto Económico vasco y el Convenio navarro. No lo harán porque no osan incomodar a los nacionalistas sino contentarles y ofrecerles lo que no es suyo sino de todos. Más que hablar de lo que nos proponen, deberíamos centrarnos en nuestras propuestas: ¿qué modelo territorial queremos? ¿En qué nivel administrativo deben ubicarse las distintas competencias de seguridad, educativas, sanitarias o fiscales?

¿Qué ley electoral garantizaría la mayor igualdad de voto? ¿Cómo logramos una Justicia independiente que no dependa de los partidos políticos? ¿Cómo garantizamos una política lingüística que no provoque anualmente miles de perjudicados? ¿Qué pasos damos para suprimir las asimetrías fiscales y los sacrosantos derechos históricos? ¿Qué reforma constitucional interesa a la mayoría? ¿Cómo procuramos más igualdad y más bienestar para todos? ¿Cómo generamos más riqueza y cómo la distribuimos? ¿Cómo atendemos a los que apenas tienen recursos? Que los nacionalistas hablen de sus cosas… ¡nosotros debemos hablar de las nuestras, que son las de todos! Pero acabamos absorbidos por sus propuestas, sus debates, sus símbolos y su lenguaje. Recuerdo que yo en el Parlamento Vasco decidí caminar por libre y centrarme en defender ideas y propuestas propias: no hay mejor forma de trabajar en política. Tengo la tele puesta y está siendo entrevistado otro representante nacionalista. Van a hablar de sus ideas, sus propuestas y su próxima estrategia para romper España y levantar muros entre conciudadanos. Mientras tanto, quedan orillados los problemas de la inmensa mayoría de los españoles.

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